La tarde otoñal se deshace a hora temprana, entramos en el horario de invierno. Quizá el tipo podría haber escogido otro día, otra hora para sumirnos en la tristeza. Hasta mayo, nos ordena, hasta mayo viviréis seis meses restringidos. La voluntad de un hombre solo. Es un asunto de Estado, afirma varias veces, ¿quién se me va a oponer? Qué puede esperarle a quien se oponga. Ahora no le dirán ‘antiespañol’, como le dijeron en la dictadura precedente, ‘irresponsable’, ‘antiestatal’ (en la lengua de madera de los nacionalistas) le dirán.
Mientras la luz se va apagando al otro lado de la ventana, cae sobre mí la enormidad de lo inesperado. La unidad de medida administrativa en la segunda ola de la pandemia será la comunidad autónoma. Qué justificación tiene desde la salud pública que yo pueda ir desde Burgos a Gredos (Ávila) pero no a Valdezcaray (La Rioja). Delante del televisor (yo lo escuchaba en la radio), pasadas las dos, ha aparecido como el presidente de la III República: os ofrezco lo que me habéis pedido, un estado de alarma de seis meses; dejando la responsabilidad de gobierno a los presidentes autonómicos. Una república confederal por los hechos.
Nos espera una larga travesía por un desierto de enfermedad y miseria física. La moral se la reserva, se la concedo, la miseria moral. Moral de victoria, dice varias veces, con parecida convicción al mago que saca una blanca paloma de un sombrero de copa. Recuerda el momento en que puso fin a la primera ola, con palabras robadas al mismo Trump: españoles, he derrotado al virus.
No
sé qué dirán los juristas, cómo
calificarán este
golpe, si
al final se consuma. Si
alguno no conoció el franquismo, ahora tendrá una idea de lo que
fue, con una diferencia, al
principio sordidez y miseria, siempre tristeza. El
franquismo, al
menos,
era el único responsable. Ahora se decreta la alarma por seis
meses y se dice que si no funciona los responsables serán los
presidentes de las comunidades autónomas. Sé
qué le espera al
discrepante, porque
ya lo vi,
el
oprobio y
la muerte social.
Los
ineptos como no ven
soluciones específicas
disparan
con
cañones a las moscas,
dictan normas generales de obligado cumplimiento; descargan
su responsabilidad en otros hombros; someten la vida al estado de
excepción.
Lo
grave no
son los seis meses,
es que se sustraiga de la responsabilidad, dejándola a las autonomías.
Eso es lo inaceptable.
Ya es de noche, la luz artificial poca, casi hay silencio al otro lado. "Ya no gana la esperanza, hoy la utopía es el miedo", dice Lipovetsky en una entrevista en EM. En ese ánimo se apoya cualquier medida, como si para salvar vidas (cómo lo pueden afirmar ahora tras su fracasada experiencia de marzo, abril y mayo) fuese necesario suprimir libertades. El modelo chino no era nuestro modelo, ¿o sí?
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Qué les pasa a los españoles.
Dice una especialista en salud pública, hoy en EP: “Los gobiernos han perdido la confianza de la gente y están quemados”. Hacen cosas como cerrar los parques, cuando el sol del que disponemos en este país como en pocos es un elemento de desinfección natural. No, no sucede con el gobierno con la peor gestión en todos los aspectos, no parece estar quemado.
Y una pregunta que habrá que responder en algún momento: ¿China, cómo es posible?

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