Hay quien, cuando llega el verano, dice, me voy a poner con un Simenon. Y como son novelitas cortas se lee dos o tres de una tacada. No recuerdo cuándo leí la última, sí recuerdo que me dejó buen sabor de boca. Quizá no era un Maigret, yo era más joven y la película que vi a continuación probablemente era mejor. Eso me ocurrió seguro con L’horloger de Saint-Paul y la transcripción cinemática de Bertrand Tavernier. Así que empecé a salivar y les propuse un Simenon a mis compañeros de tertulia, uno que también tuviese versión en cine. Parecía que Maigret tend un piège, varias veces versionada, podía ser una buena opción. La he hecho durar varios días durante los momentos anteriores al sopor de la siesta y justo antes de atrapar el sueño nocturno. Se me ha hecho larga, quiero decir, aunque la escritura es ágil y llena de diálogos. La mitad primera se hace aburrida, la segunda, con la entrada de la mujer y la madre del criminal, tiene algo más de interés. El asunto es el del criminal que mata mujeres, no consuma y rasga sus prendas interiores. Ha llovido mucho sobre los asesinos en serie y más sobre la comprensión del estropicio mental que la naturaleza o la biología causa en los cerebros de esos desgraciados. La arquitectura novelesca de Simenon es sencilla, la trama también y la explicación psicológica de por qué sucede lo que sucede peor que sencilla. ¿Tiene alguna ventaja seguir leyendo a Simenon? Sus novelas se consumen como un sándwich, así de rápido, y probablemente con parecidas contraindicaciones para la mente. Las novelas de Maigret son lo más parecido, en aquel tiempo, a las series de hoy en día.
Y de la película de Jean Delannoy, qué. El guion complica un poco la trama de la novela para hacerla durar un poco más, lo que no es ninguna virtud. Se hace larga, efectivamente. Puede atraer el blanco y negro, las sombras nocturnas del París de los 50 y Jean Gabin, naturalmente. La he visto entre cabezada y cabezada. Puede que el defecto esté en mí, haber leído muchas novelas y visto muchas películas no ayuda.
Luego está la recreación de Maigret a cargo de Rowan Atkinson que en 2016-17 se atrevió con unos cuantos Maigret para una productora británica, con el espíritu de las series pues. Capítulos de 90 minutos, es decir, formato de película acabada. No me lo acabo de creer: el guion es más fiel a Simenon que el de Jean Delannoy, pero la escenografía no parece París, el vivo color digital tampoco recrea los años 50, los actores, británicos, y Mr. Bean no desaparece del todo del careto de Atkinson. Ni Jean Delannoy ni Ashley Pearce (o su guionista) dan crédito al personaje, un psiquiatra, que se esfuerza, en la novela, por entender el comportamiento del psicópata.


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