Hace un año, o quizá dos, se hablaba de la edad de oro de las series. Ya ha pasado. Suele suceder, después de un periodo clásico viene la decadencia en forma de repetición, de refritos, de manierismo si buscamos una palabra prestigiosa. Y vienen bien las series si se toman con moderación, como el vino o la comida o. Tras una jornada dura, un capítulo, uno o dos no más, de una serie bien acabada, con una cierta intriga, con personajes fuertes, se agradece, la mente descansa lista para un sueño reparador. Pero es difícil encontrar esa serie. Solo veo infantilismos. Dark, por ejemplo, de la que tanto de habla, es infantilmente aburrida, como todas esas series y películas de la factoría Marvel. No creo que los productores de series lo hagan a propósito, educar mentes infantiles, pero es el resultado: lo vemos en el comportamiento de la gente. Si al menos fueran entretenidas.
The Great lo es. Muy entretenida. La cosa va de la Rusia de Catalina la Grande. Bueno, es mucho decir. Los actores llevan los nombres de Pedro, Catalina, Isabel, Orlov y unos cuantos más; son vestidos al modo del siglo XVIII ruso; los ambientes y paisajes son verosímiles; hay una mezcla de brutalidad y maneras, tal como uno se imaginaría una corte de rey absolutista sin lustrar. Otra cosa es o fue la historia real, pero es muy entretenida que es al fin lo que uno espera a esa hora de la noche: diálogos chispeantes y descarados, erotismo contenido, actores atractivos, intriga y acción y un cierto barniz de inteligencia y erudición. El modelo estaba en María Antonieta de Sofía Coppola. Tony McNamara, el creador de la serie, lo había retomado como guionista en La favorita, ahora esa mezcla de optimismo, brillantez y sátira lo lleva con ganas a la corte de los zares, sabiendo que no está trabajando con la historia sino con la fábrica del entretenimiento, muy a pesar de tanto comentarista de serie que no lo acaba de pillar.
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