Si alguna palabra define a Juan Marsé es desclasado. No hay más que verlo en las fotografías en las que aparece, incluso con los que pasaban por ser sus amigos, también en sus novelas, por supuesto. Y en su propia biografía. Asociamos desclasado a perdedor pero no tiene por qué ser así. Marsé fue un perdedor social, no triunfó en la sociedad en la que vivía, Barcelona Cataluña, pero triunfó como individuo, hizo lo que quiso, publicó lo que le dio la gana, fue leído. ¿Cuántos de los lerdos pueden decir lo mismo? Publican pero leídos, quién los va a leer. Barcelona es una sociedad burguesa dónde en las últimas décadas ha triunfado el espíritu burgués, corroída por él, una sociedad insufrible para quien no es burgués y para quien no se somete a su modo de vida. Por eso Barcelona está llena de desclasados, de perdedores sociales (muchos) pero con triunfadores individuales (pocos; la mayoría se conforma con la condición asignada de perdedor). Barcelona es una sociedad tan insana que hasta los supuestos defensores de los oprimidos adoptan el lenguaje y las formas de la burguesía: partidos, sindicatos, periodistas, activistas, asociados de cualquier tipo y por supuesto la mayoría de escritores. Como en una cascada decadente se van sucediendo los partidos, las organizaciones, desde la más alta burguesía hasta los menestrales (las capas más bajas de la población quedan al margen, desclasados, de quién nadie quiere saber nada, sin capacidad de defenderse a sí mismos), de abuelos a nietos todos defendiendo lo mismo, el sistema de opresión instaurado por la alta, media y baja burguesía, de la que el ejemplo señero es la familia Pujol, una familia organizada para el crimen. A veces el mejor modo de realizarse es vivir a la contra, como Marsé.
Los marsé de Barcelona y alrededores (fuera del área metropolitana no los hay, solo yermo pequeño burgués) están tan acostumbrados a ir a la contra, a construirse una vida en solitario qué cuando proyectan algo colectivo fracasan como es el caso de Cs, el único proyecto opositor que ha habido en décadas. Pero como individuos alcanzan una vida plena y hasta feliz que podría trasladarse a cualquier ciudad del mundo, pues por doquier con mayor o menor intensidad, sucede algo parecido, quizá los contrastes no sean tan fuertes pero el esquema es parecido. Una vida sin ataduras, orgullosa de sí es la vida del desclasado.
No todas las novelas de Marsé son excelentes. Yo salvaría Si te dicen que caí y Un día volveré. En las primeras que le dieron la fama, Últimas tardes con Teresa o La oscura historia de la prima Montse, está el espíritu del que vengo hablando, la revuelta del desclasado y la fea vida burguesa, son imperfectas desde el punto de vista literario pero incisivas, vitales. Todas están atravesadas por personajes que sobreviven en una sociedad inhóspita, inhabitable en los últimos años para una mente libre, salvo que seas un marsé.
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