sábado, 22 de febrero de 2020

Río Matanza




Seguir el curso de un río. Los ríos fueron el origen de la civilización. Llevaron vida a las ciudades nacientes. El hombre se sedentarizó en sus riberas y desembocaduras. De ellos obtenía alimento, por ellos desplazaba sus mercancías, los convirtió en fuente de energía. Abandonar la ciudad por breves horas, seguir a pie el curso inverso de un río es remontarse en la historia, un rito de la devolución. La devolución de la naturaleza, una añoranza, una ilusión. He seguido el curso de muchos ríos, casi siempre siguiendo la corriente, buscando el pálpito de la civilización, desde el ordenado Rin, lleno de poesía, hasta el Bagmati donde se despide a los muertos. Buscar las fuentes de un río es una pequeña aventura porque se hace a cuerpo gentil sin guías. Cuatro ascensos recomendables, el Nervión, el Matarraña, el Mundo y el Borosa, cada uno con espectaculares cascadas o pequeños embalses en su origen. Hoy he descubierto uno cercano pero no menos bello, el Matanza. Desde Palazuelos de la Sierra se puede ir ascendiendo, cruzando el río una y otra vez, entre chopos, alisos y fresnos hasta llegar al robledal y más tarde a un pequeño hayedo y a la campa verde donde brota el río.



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