Yo
dije, yo dije. Esas zarandajas de jueces y fiscales, de monarquía o
república, de separación de poderes, de derecho a la información.
Cómo si tuviera alguna importancia lo que he dicho, lo que digo o lo
que diré. No comprenden que son ellos quienes deben buscar las
frases del momento. Mira que tienen indicios, mi sola presencia debe
bastarles. No hay otra cosa, con solo estar delante de ellos debe
bastarles. Hasta una sonrisa o un gesto adusto está de más. Ni
siquiera deben atender a lo que digo, ni yo pongo atención a lo que
me escriben, lo leo, a veces me salto una frase o pongo una donde no
la hay, sin que varíe el sentido, la coherencia, y ya está. Importa
cómo lo digo, la convicción, el gesto, la transubstanciación del
instante, la corporeidad. Lo mío me cuesta cada mañana ante el
espejo, que si esta chaqueta , que si cobalto, que si celeste, que si
almirante, tonos de azul, lo mío me ha costado arreglarme el cutis,
tardes de especialista. Soy yo, estoy aquí delante de ellos, por el
amor de Dios, tanto les cuesta.
Por
un momento he creído. Es lo que pasa cuando
no hay
interlocutor. Hago
ejercicios de diálogo conmigo. Con
quién hablar si esos palurdos están encerrados en su bucle, con
nada que decir ni nadie que les escuché, como si tuviese sentido
algo de lo que dicen, no han comprendido que solo lo que yo diga se
escucha y que sólo en mi caso tiene sentido la carencia de sentido,
ese es el sentido, la carencia de sentido. No lo comprenden. Cómo
crezco en estos ejercicios matinales. Estoy alcanzando la perfección
en estos diálogos conmigo.
Me
dice mi vice, qué aburrido escuchar lo que me dice, a ver si mi jefe de gabinete me lo saca de encima, que debemos buscar
otra palabra, que lo de diabolizar a quienes han perdido no cuela,
está gastado, es lenguaje antiguo. También lo de crispar, ya cansa, algo más original. A mí me da igual, yo no me meto.
Qué importancia tiene esa gente insignificante, quién escucha la
emisora de los obispos o lee los periódicos, si nadie lo hace, todas
esas declaraciones ante periodistas, qué pérdida de tiempo, las pequeñas polémicas sobre los ministros esto y lo otro, sobre si la fiscal general dijo no sé qué, sobre si el catalán debe ser destituido como presidente o no, como si tuviera alguna importancia, quién se acordará dentro de dos días. Qué se
lo encargue a los rastreros, ojo no es un insulto es por su instinto
olfativo, los rastreros de Roures, lo que decir o no decir, aunque no hace falta, lo hacen a
gusto, con gran dedicación, ellos saben encontrar el insulto justo
para el momento justo, la palabra que mata, ninguna reputación les resulta indestructible.
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