Animado
por el estudio que Knausgard hace de Hitler y el nazismo en las
páginas centrales de la última entrega de su autobiografía
novelada, 400 páginas del ensayo que titula El nombre y el
número, busco en las distintas plataformas televisivas dónde
poder ver la Shoah de Claude Lanzmann. Shoah fue
concebida como una película divida en 9 capítulos, por tanto tiene
la forma apropiada para ser emitida como una serie. Nada mejor que Shoah para
comprender, si ello es posible, qué fue aquella barbarie. No fue
hace tanto, aún no se cumplen 75 años de cuando los soviéticos
liberaron a los pocos supervivientes de los campos de exterminio y
sin embargo parece que sea un suceso intemporal, un absceso en la
historia en el que no nos podemos reconocer, ajeno a nuestra
realidad. Hitler y el nazismo, y hasta la Segunda Guerra Mundial,
están encerrados en una cápsula del tiempo, protegidos de su
radiación como nos protege el sarcófago que encierra el reactor de
Chernóbil. Si acudimos ahí de vez en cuando, con novelas baratas y
documentales en los que se enfrentan el bien victorioso y el mal sin
adjetivos, lo hacemos con guantes, traje y máscara. Nosotros no
estábamos allí, aquello nada tiene que ver con nosotros. Los
culpables tenían nombre, condenados, castigados. Aquel tiempo fue
clausurado. Así que cuando aparecen acontecimientos nuevos, si
tienen alguna semejanza con aquello no la reconocemos y nos advierten
bajo pena privativa del juicio de cualquier comparación.
Auschwitz
fue una enormidad, pero antes de eso hubo otras cosas, masas
imantadas, desfiles con antorchas en la noche, un pueblo entero
perdió el juicio, otro antes de perder la vida fue estigmatizado,
sus casas señaladas, sus individuos marcados con una estrella
ominosa. Es fácil decir, Lucifer se encarnó en un hombre y dictó
que el mal se extendiese en la tierra y muchos fuesen sacrificados.
Pero no estaba solo, si puso en marcha una maquinaria alguien tenía
que hacerla rodar. Había consignas, designios que cumplir. Si toda
era obra del diablo, los hombres que participaron no eran culpables,
podemos escabullirnos y pensar, conmigo no va la cosa, yo no lo hice.
“No importa lo malvada y depravada que sea una persona, siempre es
una persona que puede elegir. Esa elección es la que nos hace
humanos. Sólo eso da sentido al concepto de culpa”, escribe
Knausgard. Pero si pensamos que todos aquellos eran hombres como
nosotros, que participaban de nuestra cultura y de nuestro modo de
ver las cosas, entonces no veremos esa parte de la historia del mismo
modo. Algo de aquello se ha repetido, algo de aquello está en el
aire.
Pero no, ninguna
plataforma tiene Shoah en su catálogo. Así que he tenido que ir
a las páginas de torrent para pillar las copias. Viendo
este documental o leyendo los testimonios de los supervivientes
podemos comprender algo de lo que sucedió. Así cuenta Knausgard su
experiencia.
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