jueves, 21 de febrero de 2019

Lectura fácil de Cristina Morales



"A ver si vamos a ponerte 
una inyección a ti también”

         Si vemos Lectura fácil como un artefacto literario, merece los premios que le den, el primero el premio Herralde de Novela, aunque no se salvaría de la contradicción de aceptar las recompensas del Poder de la Literatura y de la Industria del libro cuando el tema central del libro es quitarle el poder al Poder. Subversión es lo que nueve a la novela. Subversión en las formas; me recuerda la primera novela de Mendoza en sus registros diversos: prosa de tribunal, de asamblea libertaria, de novela por whatsapp, de diario. Subversión política: un manual de cómo se okupa una casa, otro manual de cómo se practica el sexo lésbico; otro de cómo se desmonta el lenguaje del poder. Es una novela brillante, se nota que la autora está en efervescencia mientra escribe, lo que le permite jugar con las formas literarias, crear jugosas metáforas, entre ellas la de ‘lectura fácil’, jugar con los géneros, como por ejemplo convertir en fanzine un ensayo intercalado que permite explicar el extenso texto en que se incardina, también eso entraría en contradicción con su pelea contra las retóricas del poder, de la que no es la menor el lenguaje literario, o hablar a través de personajes de ficción cuando se quiere mover un discurso radical. Pero Lectura fácil no es solo un artefacto literario, pretende, como toda buena obra, ser un espejo del mundo, al menos de un mundo. Un mundo opresor que impide por todos sus medios, opresivos, disuasivos, prescriptivos y seductores la emancipación. Una manera de ver que no se quiere ideologizada, porque las ideologías disponibles, sean de izquierda o derecha, son variantes de una misma cosmovisión: machista, fascista y neoliberal, sino politizada: no se presenta como visión alternativa a lo que hay sino como voluntad política de emancipación y tampoco parte de un grupo o una minoría que se reivindica sino de emancipación personal, radical, fuera de toda minoría.
RUDI significa Residencia Urbana
para discapacitados intelectuales.
No se dice ‘me encerraron en la RUDI’
me ‘ingresaron en la RUDI’.
Se dice ‘me institucionalizaron’
y diciendo eso ya no hace falta decir RUDI".

        Pero proponer un radicalismo seráfico desde personajes de ficción no compromete. El lector no puede dejar de ver las historias de Nati, Patri, Marga y Ángels como peripecias de ficción. Son personajes, con atributos particulares, les ocurren cosas. El lector no puede dejar de comparar los sucesos ficcionados con su propia experiencia, la suya y la que discurre en el libro de la vida que pasa por delante. Y las cosas no son exactamente así. También la de los personajes del libro, la de la autora, es una visión, una ideología, mal que le pese. Por tanto la furia emancipatoria es muy limitada, no durará más allá del gesto de cerrar el libro por última vez y pasar a otra cosa, como sucede con las películas o los libros que se critican en el relato de este libro.


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