miércoles, 23 de enero de 2019

Parodia


           - Sólo te pido un favor, que al final del camino, no me encuentre a la mujer sonriente de cara de luna
           - Eso está hecho

            El salón era rectangular, las paredes limpias, la luz que atravesaba el ventanal tan poderosa que parecía que no fuese tan grande como era en realidad, el recorrido por su superficie intrincado entre los objetos dispersos que remitían a los viajes de una larga vida a los más lejanos lugares de la tierra. Ambos personajes daban los últimos toques al atrezzo. El más alto acomodaba la extensión capilar a su izquierda, el más bajo hidrataba la piel inusitadamente lisa. Había sido un pacto de odio mutuo, se malquerían tanto que decidieron mutar el uno en el otro. Las alturas eran disparejas, las espaldas, ancha la una y encorvada la otra, los ojos pequeños y grandes, las manos, la longitud de los brazos diferentes, lo de menos fue la voz, como las dos eran impostadas, les fue fácil dar con la del enemigo desde los primeros ensayos.

             Ya bajaban, el del traje azul por el ascensor, el de la coleta por las escaleras, de dos en dos. Los hombres de negro no se inmutaron cuando el encorvado, ahora con rostro lampiño, se dirigió a la puerta trasera del sedán. El más alto con coleta se dirigió a la boca del metro. En la plaza del Reina le esperaba la multitud, Hemos ganado, gritaba. Levantó los brazos desde el escenario e hizo que el micrófono vibrara con la vieja canción: Tachún tachún, tachún.


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