Tras
unos meses de ausencia, he recorrido, en bici o andando, buena parte
de las poblaciones del Baix Llobregar: Castelldefels, Gavá,
Viladecans, Sant Boi, Sant Viçens, Pallejà, San Andreu de la Barca,
El Prat, también el centro de Barcelona. No he visto lazos, y, lo
que es más llamativo, muy pocas banderas esteladas y muy pocas
senyeras. Tampoco en los balcones, eso que estamos a cuatro días de
la diada
del 11 de septiembre. Se diría que lo que los medios nos muestran no
existe, la
guerra de banderas.
Sé que no es así.
El concepto de Tabarnia es un acierto, existen dos Cataluñas, la del
interior, por la que de momento no he paseado, Vic, Olot, Girona, que
imagino plagada de amarillismo. Si
en Vic o en Olot un ciudadano que reclame una plaza o una calle para
todos, limpias de consignas ponzoñosas, ha de ser un héroe, resulta
que en esta parte de Tabarnia sucede lo contrario, es quién
reclama coerción y miedo como
forma de hacer política el
que ha de convertirse en héroe para hacer sus proclamas. No
es que en esta parte haya triunfado la poda de lazos, sino que el
espacio público está libre, nadie se lo ha apropiado. La
democracia, allí donde está plenamente asentada,
es aburrida, lugares donde las emociones son un asunto privado y
donde nadie puede
imponer las suyas a
quien no las desea.
La democracia es un acto deliberativo que se ejerce periódicamente y
no un sistema de presión social donde se ponen en marcha los
engranajes del miedo para que los ciudadanos se achanten y cedan. La
democracia representativa es un sistema creado para que los hombres
temerosos, la mayoría, no tengan que ejercer de héroes o asumir su
cobardía. Lo contrario es la democracia directa, asamblearia,
callejera, donde el pueblo
se alza dirigido por un puñado
de radicales
o revolucionarios
para tomar el poder o conservarlo. Viendo
las calles estos días uno tiende a pensar que el peligro ha pasado,
a pesar de los vozarrones de amenaza que siguen oyéndose y
los toscos
intelectuales que
reclaman
que la cosa no pare y
a despecho de esos neopolíticos que siguen buscando su momento, el
acontecimiento (Zizek) que les catapulte
por encima de la miseria de las gentes, que no conciben la
vida pública sino como guerra civil.
sábado, 8 de septiembre de 2018
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