lunes, 20 de agosto de 2018

De Adolf a Hitler. La construcción de un nazi, de Thomas Weber




           Hay una creciente obsesión de los historiadores por encontrar documentos perdidos u ocultos que descubran una clave desconocida de un personaje o un suceso que hará cambiar la interpretación de la historia. Muchos se adentran como ratones en desvanes y sótanos y después de mucho roer en viejos papeles acaban encontrándola, como no puede ser de otro modo. Es lo que le sucede a Thomas Weber en De Adolf a Hitler. La construcción de un nazi. Bucea en cientos de documentos y construye su libro con las voces de los contemporáneos del personaje, en el Munich que va de 1919 a 1923. El supuesto que subyace es que Hitler como individuo es la clave para entender lo que ocurrió después y que esos años transformaron a ese individuo en el “demagogo nacionalsocialista profundamente antisemita” que fue. Dos objeciones saltan de inmediato: ¿Todo lo que sucedió en la Rusia comunista se debió a Lenin, todo el franquismo a Franco, toda la catástrofe europea a Hitler?, ¿sin ellos la historia hubiese sido diferente? Y la segunda, ¿el Hitler dictador genocida dependió más de su formación ideológica que de una personalidad patológica? Quizá tenga interés conocer cómo Adolf, un soldado cualquiera derrotado en la 1ª GM, sin bienes, familia o amigos y sin ideas políticas precisas llega a Munich en el momento en que la ciudad está viviendo la revolución comunista de Kurt Eisner y se convierte en Hitler, pero a mí como lector no me ha interesado demasiado ni me ha convencido. Hitler puso las ideas y la obsesión, pero un hombre sólo no puede movilizar a tantos millones de personas para hacer lo que hicieron, ¿o sí? El libro no es una biografía de Hitler, tampoco analiza su personalidad, ni explica cómo pudo suceder, aunque hay apuntes sobre todo ello. Weber, con muchos detalles, intenta establecer la tesis de que Hitler cuajó en el ambiente político que se vivía en Munich, la revolución comunista a la que sirvió como soldado, su aplastamiento, la humillación de Alemania en Versalles y la oportunidad de aprovecharla como trampolín político, repitiendo el golpe de Mussolini con una marcha hacia Berlín, un fracaso en el que germinaron sus ideas extremas y Mi lucha, y que si no le hubiesen ordenado acudir a la unidad de desmovilización que le correspondía, que estaba en Munich, las cosas no hubieran sucedido como fueron. En fin.

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