domingo, 24 de junio de 2018

13. Orense – A Laxe




           Saliendo de Orense por el Puente Viejo, cuando el sol amarillea en el Miño, un par de señoras nos alienta y una pareja de recién casados busca un bar a esas horas de la mañana -7,30. A todos nos sorprende que no estén en otro sitio. La etapa se inicia con el interminable cuestón por el Camino Real hacia Cudeiro, antigua calzada romana y calzada real que sube y sube sin que se alcance a ver el final, con 6,8 km y 370 m de ascenso. Luego siguen otros repechos duros hasta Cea, donde decidimos tomar la variante que nos lleva al Monasterio de Oseira, en la Sierra de Martiñá, unos kms de más pero que merecerán la pena. Monasterio cisterciense del siglo XII, abandonado con la desamortización, en 1835, y vuelto a habitar en 1929. Llegamos justo para ver la enorme nave de la iglesia románico ojival, del XIII, aún con la iluminación puesta, pues acaban de celebrar la Eucaristía. Unos pocos hombres y mujeres abandonan la nave principal y un sacristán apaga las luces. El monje que nos sella la credencial, junto a dos extremeños ciclistas de Maimona, con los que también hemos ido coincidiendo, nos habla de la gran extensión del edificio, de la lenta restauración y de que los pocos monjes que quedan tienen donde esconderse cuando se enfadan entre ellos. Nos enseña lo que él considera la joya, la escalera monumental. En el bar del pueblo la cantinera y un vecino discuten sobre las mejores opciones para seguir la ruta. El camino es duro y no ciclable, la carretera es empinada, da una vuelta por Mirallos, pero merece la pena, aunque el problema no estaba ahí sino en una corredoira, pasado Vilarello para llegar a Carballediña, señalizada como el camino, pero por la que simplemente la bici no cabe con las alforjas. Después de un tramo tuve que dar la vuelta y volver a la carretera, y ahí me perdí. En una casa aislada perdida en medio del bosque, una mujer desde el balcón me vio, llamó a su marido y me orientaron hacia Corná, donde tomaría la nacional en dirección a Castro Dozón. Todavía quedarán unos cuantos kms de bajada donde dejo que la bici vuele hasta A Laxe, una aldea junto a Lalín, en la provincia de Pontevedra.


           El albergue está en medio del bosque. Arquitectura muy moderna, madera y hormigón, pero desangelado y poco funcional, amplísimos espacios para todo, oratorio incluido, salvo para lo fundamental, el dormitorio, estrecho y poco ventilado. Unos ingleses me reciben, descansados y con una caja de cerezas en la mano. Por supuesto, no saben ni decir los buenos días en español y esperan que les des conversación en su idioma. La hospitalera es la persona más amable que he encontrado en el camino. Me indica los restaurantes abiertos y se ofrece a llamar para que vengan a buscarnos porque no están cerca. Pero es domingo y sólo hay uno abierto en la carretera. Decidimos ir andando. Está abarrotado, pero no nos deja huella, aunque luego volvimos a tomar un bocata porque no había otro sitio adonde ir. La tarde discurre entre siesta, holganza y charla desenfadada con la hospitalera. 70,28 Kms.

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