Se
tiende a creer que la izquierda es quien mejor representa los valores
de la ilustración, la libertad y la igualdad en lo más alto. Sobre
la libertad ha habido sobrados motivos, en el siglo XX y en el XXI,
cuando los partidos de izquierda han asumido el poder, para
desconfiar y temer. Pero resulta decepcionante que tampoco la
igualdad sea la guía de su acción política. Y si esto es así,
¿qué motivo habría para confiarles el poder cuando de nuevo esté
en nuestras manos votar? El gobierno Sánchez, acogido tan
positivamente por la mayoría, con ministros que uno admiraba, pronto
ha mostrado que los valores de la ilustración no están en su
agenda. Su estrategia de mantenerse en el poder por encima de su
promesa de convocar elecciones en breve plazo es la primera
decepción, y la segunda, el pacto con el nacionalismo étnico y de
privilegios en que se asienta el poder del PNV y el blanqueo de los
indepes golpistas y racistas de Cataluña con la ingenua
intención de apaciguarlos (“Da
apuro recordar que la política es una de las formas más impunes y
peligrosas de ejercer el mal”). Ambos nacionalismos fundan su
hegemonía, mantenida desde la transición, en la desigualdad de los
beneficios que una parte de la sociedad obtiene a costa de la otra
parte, mayoritaria además, que por uno u otro motivo ve desatendidos
sus derechos lingüísticos o de acceso a los cargos de
representación y gestión en la administración y de todo tipo de
subvenciones y sinecuras. Es repugnante que Sánchez achaque al
gobierno anterior el deterioro cívico en Cataluña para avenirse con
los indepes que le apoyan. Otro tanto cabe decir de la
información que nos espera en los medios públicos frente a los
compromisos de profesionalización. Detrás de la operación de
marketing que supusieron los nombres de gobierno nada más había, un
plan, un proyecto de igualdad y reforma que alentase las esperanzas
levantadas. Me temo que la ventana que se habría con esta crisis
para una reforma en profundidad de las instituciones y de la vida
pública quedará una vez más como deseo podrido. Y lo peor no es
que para alzarse al poder Sánchez se haya aliado con la reacción
sino qué él mismo y su partido disimulen y vistan con ornamentos
mediáticos, palabrería e imágenes vistosas y vacías, la
antilustración en la que van cayendo.
viernes, 29 de junio de 2018
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