Distancia.
Se necesita distancia para que la inteligencia y la cordura
prosperen. En la cercanía se amortiguan o desvarían. República
Islámica, Turkmenistán, Uzbekistán. Cataluña. Hay que educar la
mirada, enfocar, aislar, seleccionar lo significativo para comprender
y no caer en la fácil tentación del camuflaje. Mira la tertulia de
la tele, quítale el sonido, esa pandilla de presumidos sin causa;
dale la espalda cuando sale el Papa Francisco y escucha lo que dice,
el cura Paco; combina las imágenes del partido sin voz y el
estrépito de la transmisión radiofónica, una jaula de grillos
histéricos. Házle hablar al rey pero no le des la voz, mira al
presidente del tribunal como si fuese Ronaldo y a Messi como si fuese
Rufián; piensa en Rajoy como una costurera y en Puigdemont como un
niño al que le han castigado sin cenar.
He
visto el drama desde lejos, y una comedia
con muy malos guionistas (Aquí
uno que asume con seriedad ese papel, ¡y
la jueza le hace caso!, aunque luego rectifica). Todo es risible, los indepes y Rajoy.
Fijaos cómo las fechas del drama se han ido aplazando, las amenazas
posponiéndose, el climax diluyéndose, cómo a los actores se les ha
corrido el rímel y la lengua se les ha vuelto de trapo. La
vice pidiéndole al catalán una de por favor, por favor. Dan por
supuesto que nuestra ingenuidad es inagotable. Y no les falta razón.
Lo resolverán entre bambalinas, haciendo burla de las instituciones
que con tanta seriedad dicen defender. La cosa se irá apaciguando,
pero la tensión seguirá como siempre en Cataluña, porque es así
como el nacionalismo detenta el poder. Tensión y
xenofobia. Los perjudicados serán los de siempre, los no
nacionalistas de Cataluña. Oíd cómo se expresan cuando les ponen
delante un micrófono, por su boca hablan décadas de humillación
consentida. Si al menos Boadella retuviese algo de su antigua agudeza
para convertir el ridículo de estos días en comedia bufa que nos
hiciese reír.
La
política es necesaria, el Estado es necesario, la ley es necesaria.
Gracias a ella hemos dejado de matarnos, hemos dejado atrás la
esclavitud, las guerras y la humillación (aunque no del todo).
Gracias a ella la sociedad es más justa, podemos amar, follar, reír
y perdernos en la pasión. La política es teatro, a veces muy mal
representado: véase la comedia catalana. El Estado es un artificio,
a veces muy mal edificado: véase Venezuela. La ley es un acuerdo
temporal surgido de la necesidad, a veces monstruosa: véase las de
Núremberg. Pero lo vamos perfeccionando. Y funciona. Pero no hay que
tomárselo en serio, hay que respetarlo, sí, cumplir y aplicar la
ley, pero sabiendo que es una construcción temporal hecha por gente
ridícula a la que pagamos para que no se avergüence de sí misma.
Para
que todo funcione se necesita mucha tontería. Cómo podría uno
dedicarse a la judicatura, a la política o ser locutor de televisión
sin un grado de tontería. Sólo alguien un poco tonto piensa y actúa
como si la cosa fuese en serio. Fijaos en las togas, en las medallas
que se conceden, en la pompa de sus protocolos, pasado ya el tiempo
de las sotanas (salvo en la República Islámica) y de los engallados
militares (salvo en la República Bolivariana). Algunos se lo toman
tan a la tremenda que hacen de su tontería un acto criminal. La
República Islámica es un Estado gobernado por tontos que no saben
que lo son, y Turkmenistán, una cárcel poscomunista del tamaño de España y
Uzbekistan, un Estado en construcción con mucha gente de buena fe y
algunos pillos. ¿Y Cataluña? Se necesitan muchos tontos para poner un millón de
personas en la calle, para poner tantas banderas en los balcones o
para disfrazarse con ellas, pero el mundo está lleno de tontos,
tantos que en ocasiones nos joden la vida. ¿No nos trata la publicidad, salvo raras excepciones, como a inocentes estúpidos? Hay que ser conscientes de
ello, si no no podremos defendernos cuando tomen (en Cataluña) o
vuelvan a tomar el poder (en otros sitios). Lo que más les jode es que les apuntemos
con el índice y empecemos a reír. Nadie soporta ver reflejada su
ridícula estatura en una mirada risueña.
Vive la vida, ponte a reír.
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