Sé
que dos cosas resultan insoportables si se prolongan, la lluvia ciega
y la oscuridad. Hay una tercera pero escapa a mi control, la falta de
amor. Un hombre necesita luz para disipar los velos oscuros del alma.
De vez en cuando el verde ha de romper en tus ojos y el azul de las
montañas y chispazos de luz en la tersa superficie del agua. Cómo
sobrevive el hombre zorro a la larga condena de las sombras. La noche
es un regalo si los días son luminosos y ha visto a una mujer bañada
en luz. Espera que esa mujer le desordene y durante unos meses, no
más de seis según dicta Kierkegard, quizá los seis meses de la
noche duradera, haga bullir vida en su interior. Qué hace el hombre
zorro si la noche se prolonga y la lluvia, y la tierra blanca sin
reflejos es la sábana que le amortaja cada día. Knausgård mete a
sus personajes jóvenes en garitos para beber hasta que al ¿amanecer?
les hace volver a sus cubículos corroídos de tristeza y llena las
casas de los viejos a reventar de botellas hasta el suicidio. En el
mismo impulso veo yo la simulación del kitsch: parques habitados por
personajes de cuento, cruces de calles con coloristas monigotes
Warhol, y un diminuto troll donde se llega en una lancha neumática,
al final de un fiordo, al que da nombre, y al que solo se ve si alguien
levanta el índice. El hombre zorro es un borrachuzo sentimental.
jueves, 10 de agosto de 2017
11. Ballstad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario