El cerebro -1,2 kg- es el material más complejo del
universo, al menos, del que conocemos. Se estima que cada cerebro humano posee
en torno a 1011 neuronas. Una neurona tiene unas 10.000 conexiones
con las neuronas adyacentes. Trabaja en piloto automático las 24 horas al día
sin que nuestra mente consciente tenga acceso a lo que sucede ahí dentro (Hay
alguien en mi cabeza, pero no soy yo: Pink Floyd). Sólo vemos los frutos:
todas las acciones que realizamos sin darnos cuenta, como andar en bici, nadar,
captar el significado de cada una de estas palabras y del texto entero, escoger
a esta chica para enamorarnos de ella, elegir ese pomelo, apartarnos de ese
hombre que pretender captar nuestra atención, enunciar la solución a un
problema que nos atormentaba.
Un tercio de la actividad del cerebro está asociada a la
visión, pero la visión no consiste sólo en mirar. El cerebro funciona sobre la
base de lo que necesita saber; sabe muy pocas cosas, pero sabe cómo recuperar
los datos que interesan en el momento. El cerebro no necesita ver todo lo que
ocurre a la vez. No percibimos lo que está ahí fuera, sino lo que dice el
cerebro. No hay más que darle la información al cerebro y él acaba
descifrándola. La visión es activa, no pasiva, construimos lo que vemos.
Un cerebro es eficiente porque automatiza las habilidades en
que nos hemos ido adiestrando. La conciencia aprende a nadar o a andar en bici,
a atarse los zapatos o seguir la pelota en una pista de tenis, el cerebro
registra los movimientos más precisos en sus circuitos, los remodela, los
ajusta y entonces la conciencia deja de tener acceso a ellos. Es la memoria de
procedimiento. De ese modo es más veloz y eficiente. Es más, si intentamos
controlar el golpeo de la pelota en el tenis o los movimientos automatizados de
cualquier actividad nos salen mal, fallamos o somos menos precisos. El cerebro
lo sabe, la conciencia no. Por ejemplo, los japoneses descubrieron un
procedimiento para distinguir el sexo de los polluelos –sexadores de pollos- ,
algo que hacen de modo totalmente inconsciente y que no saben explicar. Cuanta
mayor automatización menor acceso de la conciencia y más eficiencia. La memoria
implícita y la memoria explícita están totalmente separadas en el cerebro. En
realidad miles de subagentes actúan por debajo de la conciencia, cada uno sabe
hacer una cosa, y muchos en conflicto entre ellos, equipos de rivales
los llama David Eagleman (Incógnito), proponiendo soluciones diferentes
a un problema.
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