jueves, 7 de enero de 2016

Por qué perdió Rivera y ganó Iglesias



            Rivera se equivocó varias veces en la campaña electoral, especialmente erró en aquello que Iglesias acertó. Se puede decir que ambas formas antagónicas de proceder convergieron en el triunfo de Iglesias.

            Rivera se equivocó aceptando repetidamente el juego de la Sexta de presentarse junto a Iglesias como los nuevos actores políticos que venían a renovar el viejo sistema. Rivera dio la alternativa a Iglesias en el pseudodebate de Salvados montado por el showman Jordi Évole y luego lo reforzó al aceptar comentar, detrás de Iglesias, en el plató de Al rojo vivo, el debate a dos entre Rajoy y Sánchez. Aunque Rivera argumentaba que el no venía a acabar con el sistema, que pretendía reformarlo, que estaba del lado de los constitucionalistas, contribuyó a que los espectadores viesen a Podemos como alternativa aceptable y legítima.

            Rivera se equivocó por segunda vez, de un modo bastante pueril, en el debate a tres, Rajoy ausente, cuando dio por supuesto que al otro lado de la pantalla tenía espectadores alfabetizados políticamente que apreciaban su esfuerzo por presentar una alternativa reformista argumentada. Iglesias, por el contrario, aceptaba, como lo acepaban Sánchez y el ausente Rajoy, y casi todo los periodistas, y actuaba en consecuencia, que a la masa televisiva no se le ganaba con argumentos sino con una retórica que apelaba al afecto, la identificación y el sentimiento.


            Rivera pecó de ingenuo, a pesar de sus nueve años en el Parlamento catalán, haciendo de introductor de Iglesias en la normalidad democrática, a pesar de que le estaba fustigando sin piedad en las redes, y supuso que existía una cultura política en el país que está muy lejos de existir. Iglesias ha sido consciente desde el principio de que ganaría simplificando el mensaje. Rivera erró al actuar pensando que al otro lado de la pantalla tenía interlocutores racionales.

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