Pocas cosas
tan deprimentes que comenzar el año un primero de enero. Si se ha sobrevivido a
los musicales de la noche anterior, que parece que estén confeccionados para
zombis por cantantes embalsamados, o a los programas de humor, tipo club de la
comedia o las polonias de TV3, que exigen que dejes el cerebro lejos de la butaca
de mirar, te espera el ñoño concierto de año nuevo que es a la música lo que el
sport y el marca a la competición deportiva o al periodismo, si es que de eso
algo ha sobrevivido en estos años sobrantes. Y después te queda un largo día
vacío, lleno de horas muertas que apenas se rellenan con películas más vacías o
más muertas o series repetidas, todo junto a la pantalla del televisor. Claro
que habrá algunos que preferirán mirar de nuevo en la pantalla más pequeña, la
de mano, las cursis felicitaciones y felices los felices del día anterior. A
ver si el 16 empieza de una vez.
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