John Banville
Los deseos
raramente se cumplen, menos que ninguno los que se formulan bajo los burbujeantes
efluvios de la noche vieja. Sin embargo me gustaría formular dos. Que
desaparezcan los viejos analistas y comentaristas políticos inasequibles a mantenella
aunque la realidad les niegue una y otra vez, y que, ahora, gracias a los resultados de la recientes elecciones, España se configure como cualquier país del
norte europeo: pactos, parlamento, normalidad y que por favor no se vuelva a
mencionar la guerra civil.
He aquí un
ejemplo de comentarista al que hace mucho que se le ha pasado el tiempo, de
esos que piensan que interpretar es lo único importante, superior a la propia vida
y por supuesto al escamoteable voto de los ciudadanos. En contra de un
muy buen artículo publicado estos días ("Ni España, ni la sociedad, ni el pueblo, ni ningún otro
ente colectivo ha votado o ha hablado el pasado día 20"), dice:
“Ante esta situación se repite estos días una cierta evaluación pragmática del voto: el
pueblo no vota, vota el ciudadano. Y éste, una vez emitido su voto, es un
número. A los políticos corresponde encontrar la combinación adecuada de estos
números. A base de enfriar tanto la política se corre el riesgo de dejarla sin
sentido. Y el sentido es necesario para la representación. No podemos dar
vacaciones a la razón valorativa. No todos los proyectos son iguales, todos son
susceptibles de crítica, y no forzosamente todos son compatibles entre sí”.
Por el
contrario la España europea que yo deseo es esta que describe en una estupenda entrevista el novelista irlandés John Banville:
“Mucha gente se queja de la
burocracia pero yo estoy a favor de que la gente esté gobernada por tipos que
van a trabajar a las 9, salen a las 5 tras una comida ligera, se sientan ante
el televisor con su mujer e hijos, leen libros o periódicos y no tienen ideas
grandiosas. Siempre que alguien tiene una gran idea quiere matar a judíos, a
musulmanes, a no musulmanes. Esa es la gente peligrosa. Los burócratas son los
que mejor gobiernan, y Europa estaba perfectamente burocratizada. Los
burócratas no hacen guerras, solo la gente con grandes ideas hace la guerra. Gente
pequeña haciendo sus trabajos, cuidando a su familia, no creo en grandes gestos,
lo que puedes hacer es lo mejor posible en tu entorno con tus amigos, tu
familia”.
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