Lo híbrido
está de moda, la mixtura, la mezcla, lo impuro. Es el nuevo lenguaje del siglo
XXI. Aunque el siglo XIX pugne por reaparecer de nuevo. Está en las noticias,
en lo que cuentan: la invasión del primer mundo por el tercero, una invasión imparable
que teñirá lo blanco de negro, que bañará lo negro de un hermoso chocolate
claro, que llena de acentos dulces y esquivos las viejas lenguas; en el modo de
contarlas, por medios tan inéditos como ligeros, tan instantáneos como veraces,
con cada vez más presencia de los protagonistas del suceso en detrimento de los
intermediarios. Está en el arte, en las formas hibridadas, esculturas pintadas,
como soportes publicitarios, como iconos de la ciudad moderna, pinturas
convertidas en vídeo, cualquier objeto que vibre convertido en soporte musical
y en la literatura actualizada de mil maneras, versos vertidos en prosa, ensayos
con forma de novela y viceversa, el yo autobiográfico convertido en héroe o
antihéroe novelesco.
En Mi
lucha, Karl Ove Knausgard es autor, narrador y protagonista, objeto y sujeto
de una saga de seis libros en los que cuenta su propia vida. Emmanuel Carrère ha
dejado de escribir romans para escribir rècits, investigaciones
en primera persona de asuntos o personas reales en los que se implica hasta tal
punto que mientras desarrolla el tema, la vida del nacional bolchevique ruso Limonov o el nacimiento del cristianismo en Le
Royaume, cuenta su propia aventura como escritor de esas historias a las
que está vitalmente unido.
En Bernie,
Richard Linklater, a medio camino entre el documental y un film convencional,
nos cuenta la vida de un hombre real, Bernie Tiede, empleado de una funeraria
en Carthage, Texas. Para reconstruirla utiliza a actores conocidos (Jack Black,
Shirley MacLaine, Matthew McConaughey) que representan a los personajes
principales, a otros actores para construir testimonios ficticios y a personas
de la calle para darnos testimonios reales sobre la personalidad del Bernie
real. La mezcla de realidad ficcionada y realidad tal cual funciona, el
acoplamiento de una con otra no chirría en ningún momento. Mientras vemos la
película podemos optar por disfrutar de la narración de la vida de un personaje
de película o de la de un hombre de la vida real. El resultado final siempre
depende de la sabiduría del creador, en este caso de Linklater, autor también
de Boyhood, que da con el tono para mostrarnos a Bernie, un amable y
simpático asesino confeso, entre el humor negro y la fría exposición de un
suceso.
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