Por fin una
novela ligera, sin peso. Los escritores con nombre tienden a consolidarse, a
hacer honor a su fama, con libros serios que quieren suplantar la vida con
ejercicios sesudos y estructuras complejas. El discurrir sin embargo es más
leve de lo que queremos creer, viento arrebolado que apenas nos deposita unos
instantes en tierra firme. Milena Busquets, nel mezzo del cammin di nostra
vita, en torno a los cuarenta, ha decidido atrapar unos fragmentos de vida
y dárnoslos con una escritura fluida, elegante y ágil. Si dejamos que la brisa
de poniente pase las páginas, veremos a Blanca, su alter ego, yendo de sus
hijos a sus exmaridos, de sus amigas a sus amantes, en un coqueteo incesante
entre el amor y el sexo, por las calles, la alfombra del mar y los cálidos
interiores burgueses del Cadaqués estival con el fondo tristón y melancólico de
la muerte reciente de su madre. Pero nada es suficiente para que la vida sea
vivida como drama. Los frecuentes dolores de cabeza de la protagonista, los
despertares nebulosos, tienen que ver con las noches alargadas, el vino blanco
helado y los porros, con la resaca más que con el breve paso inhóspito de la
muerte. Es fácil dejarse atraer por un modelo veraniego e irresponsable de la
vida pero difícil de poner en práctica si uno no ha nacido en un ambiente de
despreocupación y facilidad. Como en las viejas novelas del XIX el lector contempla
el revoloteo de las mariposas nocturnas ante los puntos de luz, su agitación,
el chamusqueo, su consunción. Una vida bonita, admirable, deseable pero fuera
de su alcance.
Es
admirable la combinación de amor (sexo) y muerte, al fin los dos puntos que
tensionan la vida, como elementos de construcción novelesca, entrelazada con
una leve trama de hombres jóvenes y hermosos y mujeres distendidas, que se
sostiene en un lenguaje cuya mayor virtud es la transparencia, con algunos
chispazos de ingenio metafórico que nunca apabullan al entregado lector.
Algunos críticos han recordado el precedente de Françoise Sagan por el estilo
desenfadado y la dulce tristeza. Pero yo la veo más cercana a la actual
tendencia a novelar la vida cotidiana, a convertir la intimidad en trama. La
novela alcanza la contundencia en su brevedad, el espesor en su chisporroteo. Cuando
el lector mete su nariz en esas vidas las discusiones y los gritos ya han
pasado y las historias que se inician se entregan a su imaginación. La madre de
Blanca ha muerto y es enterrada en la primera página, la gauche divine
se despide de ustedes, Blanca que los ha visto bañarse desnudos en las calas de
la costa brava, y se despierta huérfana y adulta, sigue los pasos de sus hijos
sin perder detalle. Tres generaciones, los setenta, el cambio de siglo, la
actualidad. Una ligera gran novela.
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