La historia
sucede en un condado de Alabama, Maycomb, en los años treinta, cuando más vivas
eran las consecuencias del crac del 29. La narradora es una niña, Scout, que
comienza su relato en el año en que va por vez primera a la escuela. Sabe leer
y escribir, habilidades que ha aprendido al atardecer, recostada en el regazo
de su padre, Atticus Finch, mirando por encima el periódico que él lee a la
vuelta del trabajo. Atticus es un abogado que malvive defendiendo a gente que
apenas le puede pagar. Muchas veces el pago lo recibe en especie. Lo primero
que le exige la maestra al llegar por vez primera a la escuela es desaprender a
leer y escribir porque todavía no le toca, pues ha de seguir el ritmo con los
demás niños, rapaces de distinto pelaje, huraños, harapientos, malcriados,
algunos sin nada que llevarse a la boca. Los personajes van apareciendo según
lo dictan las percepciones de una mente infantil, aunque pronto, en esta novela
de personajes, algunos adquieren mayor importancia: su hermano Jem, cuatro años
mayor, el amigo Dill (basado en el amigo infantil de Harper Lee Truman Capote),
que pasa las vacaciones en Maycomb, aunque vive en Meridian, Missisipi, y por
supuesto los peculiares personajes que habitan en diferentes casas de la misma
calle. En especial quienes viven en la casa de la esquina, la mansión Radley,
que se convierte en un misterio temible pero atrayente para los niños, una
propiedad descuidada, tras la que viven escondidos del mundo, el riguroso señor
Radley, su esposa y sus hijos Nathan y Boo. Este permanece recluido por
voluntad del padre tras un extraño incidente, cuando le clavó unas tijeras en
la pierna. Cuando comienza el tiempo de la narración el señor Radley ya murió, pero
el misterio sigue muy vivo para los niños, que durante las vacaciones se
dedican a interpretar una obra de teatro basada en los personajes de la mansión
o a intentar que Boo salga a la calle, intercambiando mensajes a través de un
agujero en un roble.
Las cosas
cambian el día que arde la casa de la señorita Maudie Atkinson. Aquel día había
nevado, la noche era fría y mientras Scout y su hermano narran el incendio
desde una posición alejada, Boo Radley pone una manta sobre los fríos hombros
de Scout sin que ella se de cuenta. A continuación otro hecho es el detonante
de la acción en la novela, Atticus se encarga de la defensa de un negro, Tom
Robinson, acusado de violación. El racismo es un sentimiento natural en el
condado y en Alabama. La gente, ni siquiera parte de su familia, perdona a
Atticus que dé ese paso. Este suceso será decisivo en la formación de Scout. La
figura de su padre se agiganta. Scout, a escondidas, escucha una conversación
entre Atticus y su tío Jack y comprenderá por qué su padre no quiere que entre
en peleas, tan dispuesta como ella está, para defender su honorabilidad. Scout se
entera más delante de que Atticus dice lo que dice porque sabe que su hija le
esta escuchando. Antes Scout ha tenido una conversación con la señorita Maudie
sobre las cosas valiosas que Atticus, un hombre cerca de los cincuenta, mayor
que los demás padres, sabe hacer, si es que sabe hacer alguna. Poco después hay
un incidente con un perro rabioso, al que, ante la petición del sheriff, abate
de un certero disparo. Atticus les había regalado unas carabinas, aunque les
habría advertido que preferiría que sólo disparasen a unas latas, en todo caso
a los azulones, pero nunca a un ruiseñor, porque matar a un ruiseñor es pecado.
De ese modo Scout comprende el carácter de su padre mientras moldea el suyo.
Una noche
Atticus se despide se sus hijos pidiéndoles que se vayan a dormir y sale de
casa. Al cabo de un rato Jem, intranquilo, decide ir a la ciudad, seguido por
Scout y Dill. Allí descubren que su padre hace guardia a la puerta de la
cárcel. Al poco unos coches irrumpen en la plaza y de ellos descienden hombres
torvos rezumando alcohol. Le piden a Atticus que les deje pasar hasta la celda
de Tom Robinson. Él se niega. El sheriff mientras tanto ha sido invitado a
cazar agachadizas. Cuando la cosa se pone tensa, Scout, entabla una
conversación con el señor Cuningham preguntándole por Walter, compañero de
clase de Scout. También le recuerda el trato con su padre, su hipoteca y cómo
fue a llevarles castañas. De ese modo el ambiente se distiende. Cuando la banda
se va, el señor Underwood, propietario de The Maycomb Tribune se asoma a
una ventana del periódico con una escopeta en la mano indicando que él le
habría defendido.
El clímax
se alcanza en el juicio. Lo vemos de nuevo con los ojos de Scout, que a veces
para entender lo que sucede mira a su hermano, intentando interpretar sus
gestos o expresiones. Ambos están en el piso de arriba, junto al reverendo
Sykes y los demás negros. Observa la habilidad de su padre para hacer decir a
los testigos aquello que estos quieren a toda costa ocultar, cómo pone en
evidencia a Bob Ewell y a su hija Mayella, quien para ocultar su pecado, tentar
a Tom Robinson, le acusa de violación. A pesar de la limpia lógica del alegato
de Atticus el jurado condena a Robinson, aunque todos menos Robinson confían en
la apelación. Tras el juicio se desata el loco resentimiento de Bob Ewell por
haber quedado al descubierto ante los vecinos: escupe a Atticus, asalta por la
noche la casa del juez o insulta a Helen, esposa de Tom Robinson. Se suceden
varios capítulos en que la tensión baja considerablemente así como la atención
y el disfrute del lector. Hasta que llega la noche de terror, el segundo
momento climático. Scout se disfraza de jamón para una fiesta de disfraces
organizada por miss Merriweather en el colegio. De vuelta a casa ella y su
hermano han de atravesar un largo patio a oscuras. Son atacados. Scout sale
bien parada, pero Jem queda inconsciente con un brazo roto. En el último
momento alguien los ha salvado clavando un cuchillo de cocina al asaltante. La
novela se cierra con una discusión entre Atticus y el sheriff Tate sobre a
quien hay que cargar con la muerte de Bob Ewell. Atticus quiere que Jem la
asuma, en defensa propia; Tate está dispuesto a afirmar que Ewell ha caído
sobre su propio cuchillo. Scout comprende que ambos quieren salvar al pobre Boo
Radley, porque acusarlo sería como matar a un ruiseñor.
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