Recibo un
imperativo mensaje en el móvil de mi compañía telefónica para que añada Canal+1
a mi contrato de Fusión para ver el clásico de este sábado, evidentemente con
coste. La verdad es que hay otras opciones, podría piratear la señal o podría
ir al bar de la esquina. En el bar de la esquina hay ruido, tensión entre
hinchas rivales y emoción, también con un coste: si lo hago cada semana me sale
más caro que si contrato lo que mi compañía me pide. En mi mente se cruzan dos
sistemas de reglas éticas enfrentadas. La primera recuerda campañas a través de
artículos de opinión y de publicidad alertándome contra la ilegalidad y en
defensa de los derechos privados. Me alertan diciendo que puedo ser un
delincuente o que perjudicaré a mi equipo si pirateo. Por el otro lado me
hablan del Internet libre, de la gratuidad debida de los contenidos, del abuso
de las grandes empresas. Medito. Si todo el mundo piratea, el sistema es
insostenible, las empresas y con ellas los puestos de trabajo y el propio
espectáculo se hundirán. Por otro lado, veo los grandes tinglados que se han
montado en torno al futbol, empresas mediáticas surgidas de la nada o en colusión
con partidos políticos amigos que han conseguido una capitalización
espectacular desde la nada, por no hablar de los desproporcionados salarios de
los actores y directivos del espectáculo. También pienso en la riqueza, pocas
veces señalada, derivada de la competencia y rivalidad entre las dos ciudades,
Barcelona y Madrid. Es una gran suerte para el país contar con dicha rivalidad.
Así que he
decidido irme a un concierto de piano con sonatas de Beethoven que sucede a la
misma hora que el partido. Sé que el placer que me va a proporcionar, dentro de
mis expectativas románticas, es de más calidad pero menos emocionalmente
intenso. No lo puedo piratear, pero no me importa apoquinar el óbolo exigido.
Aunque, por debajo de mi decisión bien meditada, algo me dice que al acabar el
concierto vaya al bar de la esquina para ver los últimos minutos. Lo pensaré
con calma porque la gratificación sólo está asegurada al 50%. Si gana mi equipo
disfrutaré, pero si pierde me llevaré un gran berrinche.
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