La película
se interroga sobre cómo funcionan en la actualidad algunas instituciones, la
familia, la escuela, la relación maestro alumno. Esta es la cuestión, ¿hay
menos posibilidades hoy que en su tiempo de que surja un nuevo Bird, un nuevo Charlie
Parker? Andrew Neiman es un joven a quien le apasiona la batería. Se inscribe
en el conservatorio más elitista y aspira a que le coja en su grupo de jazz Terence
Fletcher, un profesor con fama de riguroso y duro. Andrew, abandonado por su
madre de muy niño, vive con su padre, un escritor frustrado. Triunfar como
baterista es su reto, pero no como un músico cualquiera sino como un genio del
instrumento, como uno de aquellos grandes del jazz clásico, Buddy Rich, MaxRoach. Fletcher le somete a una presión inhumana, Andrew deja a su novia, pierde
todo contacto con la realidad con tal de ensayar y concentrarse en su tarea. En
cualquier momento parece que se romperá, que se producirá un accidente como ya
les ha ocurrido a otros. Pero, ¿cómo han llegado los grandes a ser lo que
fueron? ¿Tenemos un sistema educativo que sólo produce hombres mediocres? ¿Hay
que sacrificarse hasta ese punto para llegar a una meta que merezca la pena?
Esperaba algo
más de esta peli, Whiplash, que tan buenas críticas ha recibido. Está bien
hecha, mejor interpretada, es intensa, pero no desarrolla los temas como podría
haberlo hecho. La relación de Andrew con su padre, la escasa vida familiar, la
vida social de Andrew, su psicología. Lo que tiene de intensa –el ritmo, los escenarios,
la iluminación, los duelos interpretativos de J.K. Simmons/Miles Teller-, de
espectáculo cinematográfico, que lo es, de musical, también, lo pierde como
estudio psicológico de una pasión, quiero decir, lo que aparenta ser un drama
es en realidad un thriller, vemos lo que ocurre por fuera pero no tanto los
estados interiores. Ah, y como no podía ser de otro modo, la cosa acaba bien,
cuando había más posibilidades de que fuese lo contrario.
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