Lo mejor de
esta peli es el guión que tiene como se dice ahora varias capas, que no se
conforma con la apariencia de un thriller policiaco. La acción se sitúa en los
años 80, cuando las trazas del franquismo seguían ahí, en el poder, en la policía,
en el comportamiento de la gente, donde todavía eran posibles la valentía y el
miedo, la voluntad de cambio y la humillación, la transparencia de la democracia
naciente y los lóbregos cuartos del viejo régimen.
Dos policías llegan a un
pueblo del sur, en las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición
de dos chiquillas. No lo tendrán fácil, al miedo de la gente a hablar se añade
la presión para que acaben cuanto antes. Las fuerzas oscuras de los poderosos, la
corrupción de los funcionarios, los lazos de deudas, temor y anhelo entre la
gente de un pueblo pequeño, la miseria de los pobres pero también el aire
podrido de las familias y las oscuridades del alma. Ellos mismos, los policías, son representantes de esas
dos Españas, la vieja y la nueva, con métodos diferentes para llegar a la
verdad.
El director consigue convertir el paisaje de las marismas en un
escenario misterioso, lleno de significados. Qué bellos esos planos cenitales
con los que se abre la película. Transmite bien el aire de la época, es creíble
el decorado, el vestuario, los interiores y exteriores. A veces he tenido la impresión
de que estaba viendo el capítulo piloto de una serie y no lo digo de forma negativa,
sino porque me parecía que podía tener continuidad en la peripecia de esos dos
polis tan distintos, que son los que llevan la peli. Pero donde vuelve a fallar, como en general todo el cine español, es en el acartonamiento de los
actores, sobre todo cuando hablan, ¿por qué los dobladores lo hacen tan bien?,
¿por qué no doblan las voces originales de los actores?
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