Bosques de
hayas, 16 lagos, 92 cascadas, cientos de manantiales, pozas, estanques, todo ello en una
superficie de tan sólo 8 km2, con pasarelas y puentes de madera o caminos
acondicionados. Una maravilla natural, aunque inundado por un gentío de
europeos, americanos, asiáticos, que cámara en ristre no deja rincón sin
hollar. Se camina a paso ligero y de un lago a otro se pasa en barcazas. El tiempo de visita
puede durar lo que uno quiera, aunque el recorrido menor no lleva menos de tres
horas, siempre con los ojos bien abiertos. Estamos en el Parque Nacional de
Plitvice, en la frontera norte de Croacia con Bosnia. En el parque vive una
amplia gama de animales, como el oso pardo, el lobo, el lince, el búho o el
urogallo que, evidentemente, no se dejan ver.
Por supuesto que la experiencia que algunos buscan en la naturaleza: el rumor del agua en los arroyos o el estruendo en las cascadas, el silencio interior en la soledad del bosque, rodeado de animales al acecho y una flora salvaje no es posible aquí. El parque está lleno de gente dicharachera en continuo movimiento.
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