Momento
primavera. El calor que llega loco, de estampida, como un ogro dispuesto a
devorar, aunque es un ogro de cuento, sólo asusta a los niños, que aún así
saben que papá les protegerá. Lo duro está por llegar. Estos son días
gloriosos. A la ciudad llegan las bicis de montaña. Un campeonato. En el Parque
de las Contiendas, un bonito parque aun por hacer, cerca del estadio de fútbol
y del auditorio. Se ha dejado que el tiempo lo construya, elevando los arbustos,
los árboles, las flores. Lo que está muy bien en tiempo de impaciencia. Aunque,
quién y en qué tiempo no se impacienta, sabiendo que el reloj corre más de
prisa que las cosas que quedan por hacer. Las bicis y las motos abren caminos,
ensanchan senderos, aplanan. El parque es grande y no padece.
Demasiado
pronto, en la tarde, Masaaki Suzuki con su volandera melena canosa celebra el
sesenta aniversario del Bach Collegium Japan en el Auditorio. A las seis de una tarde de
domingo. Un par de cantatas y una misa de su época de Leipzig. Aunque no son de
las más conocidas, Bach es Bach y Suzuki un maestro en este repertorio de música
antigua. No llena el auditorio. Cuesta entrar, quizá la hora, en su propuesta. Los
intérpretes mayores, la interpretación algo fría, mecánica.
La vida
revuelta no está sólo en los almendros de Parquesol. Los hombres y las mujeres
también florecen. Un pálpito visible. Ansia general de gozo. Aunque muy a
menudo pasan estos días y no sucede nada.
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