Paseo por la feria del libro de Burgos. Hace unas semanas lo
hice por la de Valladolid. La mayor parte de las casetas son institucionales. Pocos
puestos. De la Diputación, de consejerías y ministerios, del Ejército, del
Obispado, de ONG’s, de la Universidad. Y luego alguna librería privada de la ciudad. Ninguna
editorial literaria, sólo locales. Y una caseta de firmas: autores mediáticos y
locales. ¿En qué ha devenido la lectura? Fuera de los tomos con olor a imprenta
y cubiertas poco atractivas de los libros subvencionados, sólo he visto mucha
novela histórica, de serie negra y de fantasía juvenil. Todos muy publicitados.
¿Todavía se lee la gran literatura?, ¿se lee ensayo?, ¿y clásicos? Si uno mira
los suplementos literarios se diría que sí, que hay público para esos libros,
pero debe ser muy escaso. En las páginas de libros pirateados en la red pasa lo mismo, no
hay libros
importantes, por decirlo así, o muy pocos. Hay que entrar en los
foros de esas páginas para ver de qué se discute o qué tipo de libros se piden
o qué se comenta. Por eso los editores gritan y se desasosiegan. Es el
negocio. El negocio se hace con la literatura basura. Sin embargo, las ferias
del libro conservan la aureola de prestigio que confiere la palabra
literatura o la palabra
libro, cosa que no ocurre con la comida
basura, de la que todo el mundo echa pestes. Con el tiempo, leer ensayos o leer
a autores literarios será como pertenecer a un grupo secreto o a una secta, sus
miembros se guiñarán el ojo en el metro o lucirán un símbolo en el ojal o se
pondrán un sombrero o un fulard, esos que pasan ahora delante de las ferias sin
apenas mirarlas con gesto displicente.
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