“¿Quién cree que es esa entrometida, la realidad, para arruinarme la vida?” (Macedonio Fernández).
Una de las
formas de la literatura actual es el reportaje periodístico, a veces mutado en crónica, o al revés. Es el sustituto del cuento o del relato. Alguien lo ha llamado, no sé si con buena fortuna, periodismo narrativo, también podría decírsele narración periodística. La frontera
puesta en la realidad: se cuenta aquello que se ha constatado o verificado, que
no obedece a la fantasía, aunque lo que aparece en el texto a veces es más
increíble que la imaginación más desbocada de un poeta. A lo anterior hay que
añadir la sencillez con que está contado, el olvido de lo abstruso y de la
retórica hueca como corresponde el lenguaje periodístico. Antes, en otras
épocas, también se hacía ese tipo de literatura, pero, salvo excepciones, no se
recogía en libros. Ahora, sobre todo en Hispanoamérica, está teniendo un gran
éxito y, con la novedad, se están dando a conocer grandes escritores. Es el
caso de Leila Guerriero, de la que leo Frutos extraños, una
recopilación.
Por sus
páginas pasan personajes curiosos la mayoría de vuelta de una fama que les
persiguió en el pasado y a la que, en general, no añoran, aunque lo que nos
cuenta de más interés la autora son los sucesos que no tienen que ver con su
fama, sino con el antes y el después o con lo que la rodeaba. Es el caso del Gigante,
Jorge González, que jugó en la selección argentina de basket y que pudo haber
jugado en la NBA. De
Homero Alsina Thevenet, urdidor de suplementos culturales, cuyas críticas
cinematográficas leía yo en el Telexprés de Barcelona a finales de los setenta,
que a pesar de ello no tiene muy buena opinión de los catalanes, de los
nacionalistas catalanes, como en general no la tienen los latinoamericanos que
residen o han residido en la ciudad. De Pedro Henríquez Ureña, sabio dominicano
instalado en Argentina, que probablemente echó a perder su genio ocupando
muchos trabajos con tal de atender a su familia, a una esposa que le gustaba
lucir por encima de sus posibilidades. Del rey de la carne argentino, un
carnicero sirio enriquecido, candidato a
unas elecciones locales, ex asesor de Menem, acusado de evadir impuestos, de
apoyar la masacre de la AMIA
en Buenos Aires, con las ideas claras, muy macho. Un médico que se transforma
en Freddie Mercury en el escenario hasta el punto de la suplantación. Del gran Facundo
Cabral en sus últimos años, cuya vida es tan apasionante como su música, nostalgia
de una vida dura pasada por la música, que es quien recuerda la cita que pongo
como epígrafe más arriba. De una niña cuyos padres fueron desaparecidos durante
la dictadura argentina, adoptada por una familia de militares y de la familia de
sangre que la busca durante 22 años y la encuentra. ¿Por quién se decantará esa
niña mujer ahora, por cuál de las dos familias? De un mago que perdió la mano
derecha de niño, en un accidente, que se transformó en un genio de los trucos de magia a una sola
mano, de carácter obsesivo. De una mujer que envenenó a tres amigas, a las que
debía dinero, con cianuro en el té, que pasó siete años en la cárcel y que,
ahora, en su ocaso, vive casada con un ciego.
O bien hace
reportajes sobre temas más generales, como el equipo argentino de medicina
forense, descifrando huesos para inducir identidades, huesos de los desaparecidos
durante la dictadura argentina, huesos de las masacres de medio mundo. Sobre
los milagros de la venta directa, mujeres y hombres metidos en la pirámide de
marcas como Avon, Essen, Mary Kay, para vender y hacer vender y conseguir un
sobresueldo y un revuelo de brillantez que les saque de su rutina. Sobre el por qué y el cómo de los chinos que
se han trasladado a Occidente desde su inmenso país, sus problemas con el
lenguaje, su entrega incansable al trabajo, convertidos en misterio a los ojos
de sus vecinos. Sobre la
Patagonia desolada con unos cuantos hombres perdidos o
abandonados de sí mismos, aquí y allá. Sobre una banda argentina de rock, en Rock
Down, liderada por un batería que es un down, un genio down que es capaz de
galvanizar al grupo y de convertirlo en una referencia internacional de la
música extrema, los Reynols, entre el silencio y la explosión grabada de
cacerolas en los balcones. De la restauración del Teatro Colón de Buenos Aires,
a cien años de su inauguración. El tema de su gran telón, si renovarlo o hacer
una copia en tela ignífuga.
Última crónica: Fogwill sueña con cementerios.
Última crónica: Fogwill sueña con cementerios.
Leila pasa
por sus páginas como un fantasma, con los apuntes precisos, sin hacerse notar,
porque quien cuenta son sus personajes.
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