viernes, 31 de mayo de 2013

Frutos extraños, de Leila Guerreiro


“¿Quién cree que es esa entrometida, la realidad, para arruinarme la vida?” (Macedonio Fernández). 
            Una de las formas de la literatura actual es el reportaje periodístico, a veces mutado en crónica, o al revés. Es el sustituto del cuento o del relato. Alguien lo ha llamado, no sé si con buena fortuna, periodismo narrativo, también podría decírsele narración periodística. La frontera puesta en la realidad: se cuenta aquello que se ha constatado o verificado, que no obedece a la fantasía, aunque lo que aparece en el texto a veces es más increíble que la imaginación más desbocada de un poeta. A lo anterior hay que añadir la sencillez con que está contado, el olvido de lo abstruso y de la retórica hueca como corresponde el lenguaje periodístico. Antes, en otras épocas, también se hacía ese tipo de literatura, pero, salvo excepciones, no se recogía en libros. Ahora, sobre todo en Hispanoamérica, está teniendo un gran éxito y, con la novedad, se están dando a conocer grandes escritores. Es el caso de Leila Guerriero, de la que leo Frutos extraños, una recopilación.

            Por sus páginas pasan personajes curiosos la mayoría de vuelta de una fama que les persiguió en el pasado y a la que, en general, no añoran, aunque lo que nos cuenta de más interés la autora son los sucesos que no tienen que ver con su fama, sino con el antes y el después o con lo que la rodeaba. Es el caso del Gigante, Jorge González, que jugó en la selección argentina de basket y que pudo haber jugado en la NBA. De Homero Alsina Thevenet, urdidor de suplementos culturales, cuyas críticas cinematográficas leía yo en el Telexprés de Barcelona a finales de los setenta, que a pesar de ello no tiene muy buena opinión de los catalanes, de los nacionalistas catalanes, como en general no la tienen los latinoamericanos que residen o han residido en la ciudad. De Pedro Henríquez Ureña, sabio dominicano instalado en Argentina, que probablemente echó a perder su genio ocupando muchos trabajos con tal de atender a su familia, a una esposa que le gustaba lucir por encima de sus posibilidades. Del rey de la carne argentino, un carnicero sirio  enriquecido, candidato a unas elecciones locales, ex asesor de Menem, acusado de evadir impuestos, de apoyar la masacre de la AMIA en Buenos Aires, con las ideas claras, muy macho. Un médico que se transforma en Freddie Mercury en el escenario hasta el punto de la suplantación. Del gran Facundo Cabral en sus últimos años, cuya vida es tan apasionante como su música, nostalgia de una vida dura pasada por la música, que es quien recuerda la cita que pongo como epígrafe más arriba. De una niña cuyos padres fueron desaparecidos durante la dictadura argentina, adoptada por una familia de militares y de la familia de sangre que la busca durante 22 años y la encuentra. ¿Por quién se decantará esa niña mujer ahora, por cuál de las dos familias? De un mago que perdió la mano derecha de niño, en un accidente, que se transformó en  un genio de los trucos de magia a una sola mano, de carácter obsesivo. De una mujer que envenenó a tres amigas, a las que debía dinero, con cianuro en el té, que pasó siete años en la cárcel y que, ahora, en su ocaso, vive casada con un ciego.

            O bien hace reportajes sobre temas más generales, como el equipo argentino de medicina forense, descifrando huesos para inducir identidades, huesos de los desaparecidos durante la dictadura argentina, huesos de las masacres de medio mundo. Sobre los milagros de la venta directa, mujeres y hombres metidos en la pirámide de marcas como Avon, Essen, Mary Kay, para vender y hacer vender y conseguir un sobresueldo y un revuelo de brillantez que les saque de su rutina. Sobre el por qué y el cómo de los chinos que se han trasladado a Occidente desde su inmenso país, sus problemas con el lenguaje, su entrega incansable al trabajo, convertidos en misterio a los ojos de sus vecinos. Sobre la Patagonia desolada con unos cuantos hombres perdidos o abandonados de sí mismos, aquí y allá. Sobre una banda argentina de rock, en Rock Down, liderada por un batería que es un down, un genio down que es capaz de galvanizar al grupo y de convertirlo en una referencia internacional de la música extrema, los Reynols, entre el silencio y la explosión grabada de cacerolas en los balcones. De la restauración del Teatro Colón de Buenos Aires, a cien años de su inauguración. El tema de su gran telón, si renovarlo o hacer una copia en tela ignífuga.

Última crónica: Fogwill sueña con cementerios.

            Leila pasa por sus páginas como un fantasma, con los apuntes precisos, sin hacerse notar, porque quien cuenta son sus personajes.

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