El fracking, la fractura hidráulica
de la roca para obtener gas, es una tecnología cada vez más extendida, en torno
a la cual se genera una polémica movida por los grupos ecologistas que aseguran
que con ese sistema se contamina el agua de los acuíferos, se estropea el
paisaje y se cambia el modo de vida de los campesinos afectados. Internet está
lleno de páginas y documentales sobre el asunto. Ese es el trasfondo sobre el
que se mueven los personajes de Tierra
prometida. La polémica está presente aunque en realidad es un decorado en
el que Gus van Sant presenta la trama de sus personajes. Una gran compañía que
ofrece indemnizaciones y un porcentaje sobre los beneficios a los campesinos
bajo cuyas tierras se va a proceder al fracking, un profesor retirado que pone objeciones,
una maestra joven y guapa que interesa al agente de la compañía y al ecologista
que pretende malbaratar el negocio y una serie de personajes secundarios que
animan la trama.
El decorado del francking
presentado de tal modo que el director no se moja, no apoya a los partidarios
ni a los detractores, hace que lo que sucede, la lucha entre una compañía
poderosa e individuos con muchas posibilidades de ser engañados presionados por
el mal momento económico que están viviendo, hace que un asunto de siempre, la
conquista de una mujer por parte de dos hombres, sea vista con ojos actuales y
en una situación creíble. Aunque de por medio hay una pregunta interesante
sobre el modo de vida generalizado en nuestra sociedad. ¿Estamos viviendo del mejor
modo posible?, ¿no podríamos vivir con menos dinero, con menos ambiciones no
seríamos más felices? Esas son las preguntas que se hace el protagonista,
ejecutivo de la empresa al llegar al pueblo y empezar a conocer a la gente.
El guión está bien construido,
con ritmo bien dosificado, aunque el giro final es algo sorprendente, tanto que
no parece encajar con la sencillez con que se desarrollaba hasta ese momento la
película. Es decir, el final es innecesariamente peliculero. Si salvamos ese
final la peli es aceptable. Los actores con Matt damon y Frances McDormand a la
cabeza son buenos, como cabía esperar y el desarrollo de la cinta se sigue con
interés. He visto mejores películas de Gus van Sant, pero también en esta está
su sello y aunque rehúye comprometerse con el asunto del fracking sí plantea
dudas sobre la crisis general que vive nuestra sociedad y el modo de
enfrentarse a ella.
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