miércoles, 25 de abril de 2012

Años lentos, de Fernando Aramburu


            Esta es una novela en marcha o un proyecto de novela, o al menos así se presenta, en sus dos partes, la historia que se quiere contar y las tripas que el escritor muestra antes de ponerse a contar.

            Por un lado, un narrador cuenta al escritor una historia del pasado, allá por los años finales del franquismo, entre 1969 y 1971. Ocurre en un barrio de San Sebastián, en el interior de una familia obrera. El narrador recuerda los años de su infancia, de cuando se va a vivir a casa de su tía, porque su madre sola en un pueblecito navarro no puede alimentarlo a él ni a sus hermanos; los hermanos van a la exclusa, él tiene más suerte, recala en casa de su tía. El narrador cuenta, haciendo de vez en cuando paréntesis sobre el valor de lo que cuenta, advirtiendo al escritor que será él quien deba decidir sobre determinados episodios o frases o rasgos de carácter o sobre la centralidad de ciertas anécdotas, cuenta, digo, dos historias que se alternan. La de su prima, Mari Nieves, a quien la naturaleza dota de un exceso de ansias que ella se presta a satisfacer, ansias sensuales que traerán dolores de cabeza a la familia; la prima queda embarazada y hay que buscarle marido. La segunda historia se relaciona con el primo, Julen, un muchacho aleccionado por el cura del lugar en el amor a la patria vasca, que acabará enrolándose en el mundo nacionalista, en los años en que ETA se da a conocer, perseguido por la policía, huido a Francia y luego vuelto; lo que provocará más dolores de cabeza a la familia, en especial a la madre, de carácter fuerte, pero sujeta a las convenciones de la época.

            Mientras tanto el escritor hace una serie de apuntes al final de cada capítulo, preguntándose cómo dar colorido y cómo precisar el contexto del relato, qué debe añadir, qué quitar, cómo adornar la verdad de los hechos con los colores de la literatura y decantándose por esta en caso de duda.

            Bajo esas cautelas discurre la historia de los últimos años del franquismo, del nacimiento de ETA, de la presión nacionalista, del poder de la iglesia en ambientes cerrados, de la falta de libertad para los pobres. En el relato quedan fijados unos cuantos personajes, bien definidos, representativos de posiciones sociales o políticas, el padre débil que no se compromete con nada, la madre que lleva las riendas y hace lo que sea para llevar la familia, el cura don Victoriano, que forja el carácter de los jóvenes del barrio, entre la sacristía y el monte, para hacer de ellos buenos vascos y, en medio, los jóvenes llevados por la naturaleza, Mari Nieves, fácilmente manejables, Julen, o conscientes de su debilidad y de su necesaria adaptación a la realidad, el narrador.

            Es una novela que mezcla un armazón novedoso, en la línea de novelas recientes -Laurent Binet, Carrère, Marías-, con un estilo de narrar más clásico, con algunas referencias a textos clásicos como el Lazarillo o Quevedo.

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