jueves, 22 de marzo de 2012

Follies



            Canciones con una historia que las traba, eso es Follies, en referencia a las Ziegfeld Follies que triunfaban en Nueva York antes de la Segunda Guerra Mundial. El espectáculo tiene dos partes diferenciadas. En la primera, un grupo de viejas glorias, actores y cantantes, se reúne treinta años después con el productor para rememorar los viejos buenos tiempos. Dos parejas sirven de nexo para enlazar el pasado y el presente, entrelazadas en amores, desamores, celos, envidias, rechazos, ilusiones y fracasos.  La obra avanza un poco a trompicones con un aire felliniano: muchos personajes en el escenario, muchos bellos trajes, el rimel corrido, la ironía cáustica, hiriente, mordaz, con mucha música y canciones y las voces rotas de gargantas a las que se les pasó la hora, el pasado y el presente en guerra. Actores jóvenes que representan lo que fue y viejos actores que se representan a sí mismos: Massiel, Asunción Balaguer y muchos más.

            En la segunda parte, el espectáculo se convierte en un musical al viejo estilo, lleno de luz, de movimiento, de canciones, diversión total, fabuloso. Los cuatro actores que llevan el peso de la función: Carlos Hipólito, Vicky Peña, Muntsa Rius y Pep Molina, tiene cada uno su propio número, se atreven a cantar y no lo hacen del todo mal. El payaso de cabaret con sus coloristas trajes; el blues romántico de la chica sentimental que se casa con el hombre equivocado porque no le queda más remedio; la bella de cabaret con el típico número de muchas luces que se encienden y apagan, con chicas y chicas bailando alrededor mientras la vieja cabaretera baja por las escaleras; y, al fin, el número del poeta –Carlos Hipólito- más complejo, coral y al tiempo reflexivo, el escritor de éxito que ha triunfado y follado mucho, pero, no puede ser de otro modo, se ve como un fracasado y apela a la mujer con la que no se entiende y se pelea pero a la que recurre como paño de lágrimas para aliviar su desesperación.

Las canciones y las letras son de Stephen Sondheim, la dirección de Mario Gas, que se permite el lujo de salir al escenario a representar el papel del organizador de la fiesta. La que presenta el Español de Madrid es una versión del espectáculo que se estrenó en Broadway en 1971. Una producción digna, vestuario, coreografía, orquesta en el foso, Un éxito espectacular.


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