Hubo un
tiempo en que meditar estaba de moda, quedarse a solas para buscar el yo
perdido, recluirse en parajes recónditos, vivir en un monasterio una quincena,
compartiendo pan y agua con los monjes, incluso, algunos creyeron que acabarían
por encontrarse en Katmandú. Todavía hoy hay gente que hace meditación
trascendental o alquilan una casa en el Montseny para hacer una semana de yoga.
Tengo amigos que hacen esas cosas, pero, la verdad, cuando están de vuelta no
veo en ellos ningún cambio, quizá han perdido algunos gramos de su peso
habitual, aunque mucho no pueden perder porque son de constitución quebradiza y
filiforme.
Años después,
o décadas, se puso de moda la tormenta de ideas, al principio lo decían en inglés
y conseguían desconcertar a los no iniciados, de ese modo quienes organizaban
las sesiones lo tenían fácil para convertir en ideas de grupo las que ellos habían
parido antes en solitario. Con el tiempo el método se convirtió en rutinario y
los invitados/obligados a asistir abominaron de esas sesiones.
La cuestión
que ahora se plantea, que está en el aire –libros,
estudios, congresos- es ¿cómo surgen y se cultivan las mejores ideas, cómo se
innova, en el amplio grupo o en el huerto de la soledad? Empieza a sostenerse quelas famosas tormentas de ideas no sirven para gran cosa, que el grupo tiende a fijar
una idea y a bloquear otras posibilidades, a
acomodarse a las opiniones más comunes, a que una parte haga el trabajo, a que
la mayoría calle por conformidad o por miedo a ser evaluados.
Se impone
una llamada “revolución de la tranquilidad”. Es el éxito de la temporada, “Silencio:El Poder de los introvertidos en un mundo que no puede dejar de hablar ",de Susan Caín. Los trabajos en grupo no funcionan:
“Una cosa es asociarse con un grupo de modo que cada miembro del grupo trabaje en una pieza del rompecabezas y otra es verse acorralado en reuniones interminables de teleconferencias realizadas en oficinas que no conceden una tregua en el ruido y las miradas de los compañeros de trabajo. Los estudios muestran que las oficinas abiertas hacen a los trabajadores hostiles, inseguros y distraídos. Las posibilidades de sufrir hipertensión, estrés, gripe y agotamiento, y de cometer más errores aumentan”.
De paso Susan Cain reivindica a los pobres introvertidos por
incomprendidos, infravalorados y desaprovechados frente a los extrovertidos,
los grandes triunfadores del mundo moderno.
Así que
habrá que volver a los retiros silenciosos y solitarios, después de apagar los
cacharros electrónicos y borrarse de las redes sociales. Es lo que está de moda
entre ejecutivos y profesionales, “observar de cerca el yo en que uno se ha
convertido dentro de su mente”. Aunque la cosa no puede ser tan contradictoria, las ideas se
tienen en solitario y las redes sociales son su campo de expansión, donde
darlas a conocer. Mi
experiencia me dice que cuando he participado o he organizado trabajos en grupo
no han acabado de funcionar, una parte del grupo o una persona en concreto
arrastra a los demás que se dejan llevar.
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