sábado, 25 de febrero de 2012

Sobre dios/Dios


           
             Emulando la famosa discusión entre Thomas Huxley y el obispo Samuel Wilberforce, en 1860, sobre la llamada entonces “teoría del mono”, se reúnen ahora, de nuevo en Oxford, el zoólogo evolucionista y ateo Richard Dawkins y el jefe de la iglesia anglicana, Rowan Williams, para discutir sobre el mismo sujeto, aunque enunciado de forma más elegante: “La naturaleza de los seres humanos y la cuestión última de nuestro origen”. De entonces a hoy la ciencia ha ido achicando espacios a la explicación religiosa sobre el origen del mundo; la Iglesia se ha ido refugiando en los rincones oscuros (God of the gaps) para seguir manteniendo la existencia de dios/Dios, aquel que tapa los huecos que la ciencia no acaba de rellenar. “¿Cuál es el origen del ADN?”, pregunta el obispo Williams.

            La discusión es entretenida, lo lleva siendo al menos desde la época en que los santos padres empezaron a aportar argumentos racionales sobre la existencia de dios/Dios y los incrédulos o ateos a desbaratarlos con tanto coraje como miedo a ser sacrificados en la hoguera de un dios/Dios poco tolerante. Pero las cosas han cambiado y la Iglesia acepta, más o menos a regañadientes, la evolución biológica. El espacio que actualmente se suele dejar a su posibilidad –la del dios/Dios creador- es tan reducido que optan por ofrecernos la imagen de un creador que en el comienzo de la historia, esté éste donde pueda estar, iniciase el Big Bang, tocase los dedos del primer hombre o le impusiese una llama en su cabeza, es decir, puso en marcha el mecanismo y luego se retiró no se sabe dónde con el mayor desinterés por sus creaturas. Dawkins afirma: No pudieron existir Adán y Eva. “No hubo un primer ser humano, como no hubo un primer animal identificable de cada especie. En la evolución todo es gradual”.

            Así que tan interesante como un juego matemático o una lucubración, el debate se agota en sí mismo, porque a estas alturas qué importancia puede tener que exista o que no exista dios/Dios para nuestro caminar por el mundo. Los hombres nacen y mueren y se desesperan por la cortedad de sus vidas o se ilusionan con la promesa de la ciencia de convertirlos en inmortales, fundamentan su responsabilidad y sus criterios morales en principios racionales, con independencia de la existencia o no de ese lejano creador. La vida sigue indiferente a la hipótesis de su creador, tan indiferente como las consecuencias del acto fundador para el supuesto creador.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se echa de menos que ese sesgo iconoclasta que se aplica contra la creencia religiosa se aplique también contra la creencia científica. Y digo sesgo porque en el desaliento mostrado ante lo religioso late un interés pues al fin y al cabo se reconoce en el texto el interés "qué interés puede tener...". Con lo que tenemos una iconoclastia sesgada por lo interesada. Y por lo tanto una iconoclastia limitada y parcial pero si es limitada y parcial no puede ser verdadera iconoclastia sino mera estrategia estética.
Con verdadera razón en cambio se puede ser iconoclasta ante las creencias científicas y digo "creencias" porque los postulados de la ciencia son lo que son : postulados, hipótesis, intentos de explicaciones que se limitan a salvar las apariencias pero que no son verdades absolutas sino relatos ficticios.
Esto está respaldado por la doctrina de Popper del falibilismo cuya tesis podría resumirse así: "cualquier cosa que tomamos por conocimiento puede posiblemente convertirse en falsa".
Feyerabend se dio cuenta de que la Ciencia en el mundo moderno había sucedido a la teología y que se había puesto los galones de las verdades absolutas.
Decir que "adán y eva no existieron" es pontificar una "verdad absoluta" que rebasa los límites del falibilismo y que provocaría el escarnio de Feyerabend.
No puede ser que se despeche el discurso teologico para a continuación abrazar un discurso cientifico que incurre en los mismos habitos que el discurso teologico: confianza en verdades absolutas e incuestionables, negación de lo que no coincida con esas verdades y apuntalarlo por último además con el muy teológico argumento finalístico del "interés".
Este "dogmatismo científico" como el que muestran darwinistas acérrimos como el tal Dawkings quien es además el sujeto que ideo la campaña blasdema de los autobuses que afirmaban "Dios probablemente no existe" lo cual, so pena de incurrir en dogmatismo cerril y cerrazón ultramontana, debería admitir a su vez la otra posibilidad la de que "Dios probablemente, existe", se comporta con un nuevo inquisidor al afirmar categoricamente que "adán y eva no existieron" o que "no puedo existir un primer hombre" y ello en base a meras hipotesis que él toma como dogmas de fe.
La única postura coherente para quien quiere aparentar iconoclastia ante la teología sería ser, como Feyerabend, también un iconoclasta ante la ciencia.
Pero claro, ello quizá vaya en contra del interés porque ahora resulta que los cientificos se mueven con ese interes mundano que reprocharon a las jerarquías eclesiásticas.
Y por último, una auténtica afirmación absoluta: hay Dios, y no se trata de creencia, como en el caso de la ciencia , sino de certeza, Dios es una certeza y una realidad, es más, es la única certeza y la única realidad porque todo lo demás es falso, ilusorio y carece de consistencia absoluta, a todo lo que no es Dios se le puede aplicar el falibilismo: quizá pueda ser que la certeza que sobre ello tenemos sea falsa.
Y aquí no inventamos nada: todo lo que no es Dios es puramente falibilista.
Y a Dios no se le puede aplicar el falibilismo porque está más allá de mecanismos y de logicismos.
Incluso que 1 + 1 sea 2 puede ser falsable: ¿quién nos asegura que no estamos soñando?
El argumento del sueño es mucho más sólido de lo que parece y basta para despachar toda creencia en las verdades científicas.
Con lo que lo único de lo que no se puede dudar, y todo lo demás podría ser puesto en duda, es de Dios , pues está más allá de toda duda.

Toni Santillán dijo...

Pues eso, hagamos como si... y sigamos viviendo que es lo único importante.