Dos escritores mejicanos, José Emilio Pacheco y Juri
Herrera, dos generaciones, dos estilos distintos y dos historias
aparentemente diferentes, aunque los dos, las dos, subordinadas al estilo,
subsumidas a la voluntad de escribir bonito, con tendencia a las frases cortas
los dos, contundentes, férreas y una misma atmósfera melancólica y fatalista y
lánguida.
Apenas recuerdo de que va Las batallas en el desierto,
eso que lo leí anoche, sé que es una cosa corta, en torno a las setenta
páginas, con muchos capítulos separados por páginas en blanco y tipos
grandes, numerados, es decir una libro
hinchado, ¿bien escrito?, sí, ¿cómo no iba a escribir bien un poeta reconocido?
Y como didáctico, de esos libros compuestos para enseñar, para que aprendan los
niños, me acordaba de Luis Sepúlveda mientras leía. Un contexto situado en el
pasado, listas, muchas, de cosas que lo recuerdan, tebeos, películas, juguetes,
y más tarde revistas y libros, y nombres de actores, las cosas que se comían a
la salida del colegio, criadas y señoras, casas pobres y elegantes, canciones
en la radio, los compañeros de distinta procedencia y clase y los adultos,
distantes, extraños, misteriosos, con el eco de la distancia que Borges imponía
a sus historias, literaturizándolas. Un ex niño recuerda cómo conoció a la
madre de un compañero suyo y cómo se enamoró de ella, glamurosa, envuelta en
brumas, y cómo todos, los niños y los adultos, se volvieron contra él y contra
ella, y cómo en aquella sociedad del pasado los buenos acababan mal, muy mal.
Una historia alargada, a pesar de las pocas páginas, llena
de adjetivos, bonita y triste como corresponde.
Me ha costado entrar en los Trabajos del reino, novela
del también mexicano Yuri Herrera y eso que es novela corta. Me ha costado
porque su forma de escribir, frases cortas, muchos localismos, densa, concisa,
necesita un periodo de adaptación. También porque se le ven las referencias
–Borges marca mucho en la literatura Latinoamérica y más en el tema de los
cuchillos y la noche- y las costuras del género. Sin embargo a medida que
avanzaba la lectura ha crecido el interés y el placer. La novela está
construida como un alargado corrido, los personajes del hampa, el jefe al que
se ve como un rey en su palacio y su ciudad y a sus seguidores como una corte
donde hay chicas robadas o entregadas voluntariamente, un periodista, un
gerente, un heredero, un traidor y un Artista, el cantante, que es quien nos
cuenta la historia, aunque en tercera persona. Se lee en un plis plas y se echa
en falta algo más de elaboración, como si fuese un borrador de historia,
aunque, claro, los corridos, suelen ser canciones inacabadas, a historias a
medio hacer, anécdotas con un ambiente. Merece la pena leerla, se tarda poco.
Como digo, es posible que de este Yuri Herrera volvamos oír hablar.
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