Arthur Koestler (AK) nació a tiempo para situarse en el
vórtice del huracán ideológico del siglo XX. Alcanzó la madurez cuando las
ideologías redentoras sustitutas del cristianismo alcanzaron todo su poder. El
comunismo de Stalin y el nacionalsocialismo de Hitler estaban forjando un nuevo
hombre sobre las ruinas físicas de las clases y razas inferiores.
“El origen social de los padres y abuelos es tan determinista en un régimen comunista como lo fue el origen racial durante el régimen nazi”.
AK se entregó de cuerpo y mente a la causa justa en
combate contra el enemigo. Primero fue nacionalista húngaro, después comunard
de Bela Khun en 1919, más tarde sionista en Palestina y por fin comunista:
contra los nazis en Berlín, propagandista de los planes quinquenales en la
nueva URSS, agente de la
Komintern en París y luego en la España de la guerra civil. Asumió
los riesgos a pecho descubierto (a la espera de su ejecución en una cárcel de
Málaga) o a estómago vacío (hambre en Tel Aviv y en París), escapando por los
pelos de los juicios de Moscú en 1937 y del campo de exterminio en 1940 antes
de instalarse definitivamente en Londres. AK dio cuenta por escrito de cada una
de sus etapas en libros esenciales para conocer la historia de la primera mitad
del siglo XX europeo. Cuando todo se calmó, hacia 1950, hizo un balance de su
vida y de la historia de la que fue protagonista. Sus memorias que tituló Flecha
en azul para su etapa de aprendizaje y La escritura invisible para
los acontecimientos esenciales de su madurez.
La segunda parte de las memorias de AK comienza con un viaje
por las repúblicas autónomas del Asia Central. Es un entretenido reportaje de
viajes por Georgia, el Cáucaso, Armenia, Turkmenistán, Uzbekistán, el desierto,
la estepa, el Cáucaso. AK describe con admiración el paisaje, las gentes y las
costumbres entre el mundo antiguo que se niega a desaparecer y el nuevo siglo
que quiere implantar la revolución soviética (Auden decía: “Limpiar de la mente
de las masas toda la basura incrustada”).
AK, un fervoroso comunista entonces, anticipa lo que le
espera a la revolución, las purgas políticas, la colectivización agrícola, la
deshumanización. Se encuentra con personajes de esas tierras, rusos de la
burocracia o extranjeros de viaje a la patria socialista, como el poeta negro
americano Langston Hugues en Ashjabad, la mayoría desengañados o indiferentes
ante el mundo desencantado que se abre ante sus ojos. La misión de AK en el
viaje era loar los avances imparables del plan quinquenal, las nuevas fábricas
que emergen en el desierto turkomano, el éxito de los koljoses, la
transformación de viejas sociedades tribales en hermandades socialistas, pero
lo que se encuentra no casa con lo que esperaba. Hombres y mujeres a la deriva,
ciudades orientales feamente rusificadas, la GPU como único sistema organizativo común, las
primeras purgas colectivas. Aunque todo eso con verlo no lo racionaliza, habrá
de pasar un tiempo antes de que deje de ser comunista. Quizá lo más interesante
del libro sea la narración del mundo cerrado en que estaba, la imposibilidad o
casi de salir de él.
“Hacía tiempo que no tenía ningún amigo fuera del partido. Se había convertido en mi familia, mi nido, mi hogar espiritual. Dentro de él uno podía discutir, refunfuñar, sentirse dichosos o desgraciado; pero abandonar el nido, por muy estrecho y maloliente que resultara en ocasiones, se había vuelto algo inconcebible. Todos los sistemas cerrados generan en quienes habitan en su interior un progresivo distanciamiento respecto del resto del mundo. Había muchas personas dentro del partido que me disgustaban, pero eran mi familia. Había muchas personas de fuera del partido que me gustaban, pero ya no compartía un lenguaje común con ellas”.
Cuando vuelve, Europa está sometida a la amenaza de dos
sistemas totalitarios, cada uno de los cuales con sus purgas internas, el
incendio del Reichtag, los cuchillos largos en un lado, los juicios de Moscú en
el otro. AK se convierte en un militante de la Komintern bajo las
órdenes de Willi Münzenberg y Otto Katz. Escribe alegatos, organiza
conferencias y congresos, conoce a los intelectuales europeos famosos y los
implica en el combate contra el fascismo. Entra en la España rebelde, es detenido
en Málaga y condenado a muerte. Ve lo que les sucede a sus antiguos compañeros
y amigos que obligados a volver a Moscú son obligados a que confiesen una
culpabilidad inexistente y son ejecutados. Escribe El cero y el infinito
(Oscuridad a mediodía), un best seller donde narra su desengaño. Deja el
partido, lo denigran, aunque no lo persiguen hasta la muerte como a muchos
otros, tal el caso de Münzenberg u Otto Katz.
"Fui al comunismo como quien va a un manantial de agua fresca y dejé el comunismo como quien se arrastra fuera de las aguas emponzoñadas de un río cubiertas por los restos y desechos de ciudades inundadas y por cadáveres de ahogados.
AK acabará suicidándose en 1983 junto a su esposa. AK escribió La escritura invisible en 1954, sobre sus
viajes y acción política entre 1931 y 1940. Entre ambas fechas Europa y el
mundo se sumergieron en el abismo. El panorama que describe es el de un
protagonista cuya memoria fue confirmada por muchos otros. Resulta incomprensible
que tantos intelectuales, militantes comunistas y compañeros de viaje de los
años posteriores siguieran con los ojos cerrados a la realidad. Este libro
aparece ahora en Lumen agrupado con Flecha en Azul en un único volumen.
Sus cerca de 1000 páginas no deben asustar a nadie, se leen con avidez y pasión
y si se habla de libros imprescindibles éste es uno de ellos.
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