116 cadáveres permanecen embalsamados, bajo el lodo y los
peñascos arrastrados. Fue un frío día de enero de 1959, tras una jornada de
lluvias torrenciales, cuando el agua desbordó el muro de la presa, la quebró y
arrambló río abajo hasta llegar a Ribadelago, donde los paisanos dormían, y juntarse,
por fin, con las aguas del lago de Sanabria. La construcción de la presa de Vega del Tera se hizo deprisa,
faltaba cemento, no hubo los controles que tales obras exigen.
Hubo vecinos que
oyeron el estruendo, despertaron y huyeron, algunos volvieron a por sus
pertenencias y murieron. De 549 habitantes que tenía Ribadelago, 144
desaparecieron. El agua durante catorce minutos alcanzó los nueve metros de
altura. Hubo juicio e indemnizaciones. Se establecieron diferencias entre
hombres, mujeres y niños. Muchas no se cobraron porque familias enteras
desaparecieron o emigraron o no las reclamaron. Quienes cobraron lo hicieron a
cuenta de casa en el pueblo nuevo.
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