Hay muchas maravillas en las islas de las que apenas hablan las guías o que mencionan de pasada. Madeira está publicitada como destino de playas: hay pocas y pequeñas, aunque bonitas, de guijarros y de arena negra. Y cuando en una cala aparece la arena dorada daña a la vista.
Para mí es la geografía y la morfología de la isla lo más interesante. Uno de esos lugares es la península del Descubrimiento y la Ponta de San Lorenzo. Dejando el coche al final de la carretera se puede hacer un recorrido a pie de ida y vuelta de unas tres horas.
El paseo discurre entre acantilados impresionantes en los que aún está impresa la acción volcánica: chimeneas, capas de materiales y colores diversos, plegamientos, cortes bruscos en los inclinales.
El mar rompe a un lado y a otro, espumeante en el norte, sereno en el sur.
Y para despedirse de Madeira vuelta a Sâo Vicente que se ha convertido en mi lugar favorito de la isla.
Y el incendio del atardecer desde Eira do Serrado.
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