Dedica el periódico un suplemento a Borges, en no sé qué aniversario. Proclama que Borges es lo que ha escrito. Sin embargo de lo que habla el suplemento es de su ceguera, de su nombre, de los lugares que habitó, de yo –quien escribe- y Borges. Declara uno: “Inabarcable Borges el escritor sin límites, el escritor más simpático que he conocido”. “Lo primero que me impresionó…” -dice otro. Y otra: “Los chóferes de taxi en Buenos Aires lo adoraban”. Lo peor es la cosa que emborrona Gay Talese, añadiendo un nombre a otro nombre. En fin, aquello que ha hecho de la literatura la mayor de las estafas.
Vargas Llosa acude al rescate un día después:
Vargas Llosa acude al rescate un día después:
Cuentan que Raimundo Lida, en sus clases de Harvard, recordaba siempre a sus alumnos: "Los adjetivos se han hecho para no usarlos". Borges es famoso por sus adverbios y adjetivos ("Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche"), pero, justamente, lo es porque nunca abusa de ellos, porque estallan de pronto en sus frases como una aparición insólita y espectacular, que redondea una idea, abre una inesperada dimensión a la anécdota, trastorna y desbarajusta lo que hasta entonces parecía la dirección de un argumento.
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