miércoles, 22 de junio de 2011

La vida es una cosa muy seria, afirman dos humoristas con retranca

Que la vida es una cosa seria lo decimos sin más, pero hay que detenerse en esa idea y encajarla en nuestro cuerpo para hacerla real.

G.K. Chesterton se ve implicado en un accidente cuando viaja en un Cab hacia el Strand londinense. El caballo se desboca, se lanza en la bajada y choca contra un autobús. Desorientado, durante unos segundos, su mente es barrida por una serie de puntos de vista fundamentales, dice, entre el miedo supino y el pesimismo metafísico, hasta que se impone un sentimiento contrario:
“que las cosas importaban en realidad muchísimo y que además había en ellas algo más que sentido trágico. Era un sentimiento no de que la vida careciese de importancia, sino de que la vida era demasiado importante para no ser sino eso: la vida”. Chesterton concluye, sin embargo, trascendiendo esa idea, volviendo a la metafísica inicialmente descartada: “Me figuro que esto era Cristianismo”. 
La anécdota, que Chesterton cuenta en Un accidente, una colección de artículos recogida en Enormes minucias, concluye con el autor escapando con bien del accidente y tomándose a sí mismo como objeto de irrisión: se preocupa por la media corona que no ha pagado el cochero, aunque no por su salud, y llevado por su histeria suelta una profusión de chistes al guardia que lo atiende para hacerlo reír .

Desde otro punto de vista, nada metafísico, Arcadi Espada, también se exige seriedad:
"Contra lo que suele suponerse, el único modo de soportar la vida es tomándosela en serio. ¡Es el único modo de no pensar en la vida! Es así que todos los asuntos son para mí asuntos de vida o muerte. Es normal que mi retórica se corresponda con esa idea. Pero en la supuesta violencia de mi escritura hay también mucho de Peckinpah. O sea, humor".

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