"Puede que la Ilustración del resto de los pueblos de Europa se haya basado en el progreso, pero los eslavos tienen la misión de incorporar a ella un patrimonio espiritual sagrado, que los demás han perdido. (...) El pueblo, si lo aceptamos tal como es, conserva intactas sus raíces esperando que llegue su hora, la hora en que podrá compartir el tesoro que guarda con el resto de la humanidad".La autora es hija de su época. Encontramos ecos de esa idealización del pueblo en escritores rusos anteriores y posteriores como Solschenitzin. También en los escritores españoles del 98.
Lou Andreas-Salomé se entusiasma con las iglesias medievales, con los monasterios, con los pintores de iconos, con las construcciones tradicionales, siempre mejores que lo moderno. Esa esencia la encuentra en el campesino y la define de este modo: "pasión combinada con un temperamento sencillo y espontáneo, amplitud de miras, una mentalidad que carece de prejuicios, una objetividad arrebatada, que rompe con lo sentimental y con cualquier obligación, para acercarse con el margen suficiente a las cosas mismas". Dice de los campesinos: "Quien hable con ellos se sitúa inmediatamente en el fondo del problema, ante las grandes cuestiones: Dios, la muerte, la primavera. La dureza de la vida se va perdiendo a lo lejos en una entrega semejante a un himno".
Rainer a la izquierda en Rusia con Lou Andrea-Salomé |
Rilke es una presencia muda en el relato. Podemos hacernos una idea de su relación cuando habla de su acomodación en la isba de Yaroslav. Dice que les han puesto un amplio jergón, pero que necesitan otro ante la incomprensión de la familia que se lo ha alquilado. También hay una referencia a su marido Carl Friedrich Andreas a quien escribe una carta, llamándolo cariñosamente viejito. Apenas era 15 años mayor que ella.
En el diario escribe con total libertad, llena de críticas a amigos y personajes conocidos, a veces sin misericordia, como del poeta Drozhzhin o del propio Nieztche. De su visita a la granja de Tolstói -un hombre completamente espiritualizado-, en Yasnaia Poliana, aunque a veces lo critica, deja esta descripción:
"Una figura enjuta, encorvada, con un chaleco de punto de color amarillo y una gorra alta por debajo de la cual sobresalía el cabello blanco, unos ojos claros, un rostro lleno de sensibilidad y también de pesadumbre, con una indudable distinción, como si estuviera por encima de todo o de vuelta de todo. Un humilde campesino, un ser mágico... eso es lo que parecía".Si hay algún aspecto de su crítica a la modernidad que comparto es este:
"Los caballos de las aldeas se espantan fácilmente con un automóvil. Quienes se han hecho con uno se de dican a degradar el paisaje apestándolo todo con gasolina, pero sólo pueden conducir al final del día; entonces, con la carretera en absoluto silencio, se oye el motor del vehículo, que se acerca resollando como un monstruo siniestro, mientras en el establo los caballos relinchan y piafan en el suelo intuyendo sueños de algo espantoso".Lo más interesante de este diario es el largo viaje que realizan por el Volga, en especial la descripción de los cuatro días que pasan en un una isba, la típica casa campesina de madera, con vistas al Volga, en un pueblito junto a Yaroslav. Liberada del aparataje intelectual da rienda suelta a su sensibilidad y se deja llevar por lo que ve, la vida de la gente, la naturaleza, los cambios del día. "Hay más belleza de la que uno puede soportar".
"¡Qué alboroto se tiene que oír cuando el día de San Jorge, el 23 de abril, se deja salir al ganado de los establos por primera vez después del invierno! (...) Los animales braman, mugen, balan y relinchan locos de alegría, saltan enloquecidos por todas partes, incluso arremeten unos contra otros, ebrios de gozo y de fuerza. No se les pone nada por delante. Poco a poco recuperan la calma y vuelven con los potros y las terneras que acaban de nacer para disfrutar de la exuberancia de la primavera".Lo peor, cuando se pone a filosofar buscando la esencia de lo ruso, entonces el diario parece un viaje al corazón del tópico.
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