Para llegar a pie al Monasterio de Santa María del Paular se puede partir desde lo alto de Cotos y seguir los senderos y amplias pistas que descienden y dejarse arrullar por los arroyos Guarramillas, Cerradilla y Angostura, fácilmente vadeables por puentes de madera, que van ganando fuerza hasta convertirse en el río Lozoya. Estamos en el parque natural del Peñalara, que pronto formará parte del parque nacional de la Sierra del Guadarrama. A lo largo del trayecto asoman las cumbres blancas de la Cabeza Mediana, el Macizo de Peñalara y las Cabezas de Hierro.
A la sombra de los pinos albares aún quedan restos de nieve de este estresado abril tan cambiante, que se enfría y arde en breve lapso de tiempo. Más abajo aparecen los abedules, robledales y vegetación ribereña, zonas de recreo como la Isla y las ruinas de la antigua fábrica de luz, que suministraba la electricidad a los pueblos del Valle.
Y llegando al área recreativa de Las Presillas parecerá que estamos en el centro de Madrid tal es la gente que llega a aglomerarse con el buen tiempo. Tras pasar por el Puente del Perdón, llegamos por fin al monasterio de El Paular.
Así que al hermano Martín entre tantas chanzas no le dio tiempo a explicar lo que al principio había prometido, la suerte de los cincuenta y cuatro cuadros de iconografía cartuja que entre 1626 y 1632 el pintor Vicente Carducho realizó para el convento del Paular.
Era muy común a comienzos del XVII este tipo de ciclos pictóricos por encargo. El prior Juan de Baeza, un monje de gran formación, buscó los temas -la vida del fundador de la orden, san Bruno, y la historia de la orden cartuja- y el pintor florentino Vicenzo Carduccio o Vicente Carducho se dedicó a ello durante 6 años, el mayor ciclo de pinturas de este tipo. Pintor de cámara de sucesivos reyes, su gran obra son los cuadros de gran tamaño para cubrir los huecos en el claustro de la cartuja del Paular.
El monasterio como tantos otros fue desamortizado, los cuadros repartidos por España. Sorprendentemente de los 54, sólo dos se perdieron durante la guerra civil. Ahora están en proceso de restauración, antes de volver a su emplazamiento original. Por el conjunto de su trabajo le pagaron la suma de ciento treinta mil reales. Desde su fundación, en 1390 por orden de Enrique II, el monasterio fue Cartujo durante 450 años; durante 119 años estuvo abandonado; ahora, desde 1954, está habitado por benedictinos, ocho exactamente.
También son dignos de atención el templete octogonal con una fuente en su interior, en el claustro, la portada de acceso al patio de Gil de Hontañón; la reja de la Iglesia obra del fraile cartujo Francisco de Salamanca; el trasparente, la sillería del coro de madera de nogal y especialmente el retablo, realizado a finales del siglo XV en alabastro policromado, con una serie de 17 escenas bíblicas.
Aquí el álbum de la excursión De Cotos al Paular.
1 comentario:
Muchas gracias Toni, eres un fenómeno describiendo nuestras rutas.
Los Gruselvites te lo agradecemos.
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