Todo el odio que concita AE se debe a que quienes alguna vez se le acercaron no le entendieron, no porque su prosa sea compleja sino por falta de educación y lecturas. El autor no tiene la culpa de que el lector no esté a su altura. Como los grandes, AE escribe contra su tiempo. En el trance de reconocer sus carencias y aplicar esfuerzo, prefieren odiarle como se teme a un oso que de mañana interrumpe nuestra excursión en medio del bosque y nos hace dar la vuelta. La verdadera escritura es la que te hace salir del tiempo apestoso en el que vives. Vamos mejorando, pero lo pútrido sigue infectándonos.
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