La democracia se sustenta en esa capa de población que llamamos clase media. La que paga los impuestos, la que vota en las elecciones y la que sigue el gusto, las costumbres, los referentes culturales mainstream. Hay dos o tres partidos que la representan, uno o dos sindicatos que mantienen sus 'derechos adquiridos' y un conjunto de clérigos que la mantienen viva aportando palabras frases argumentos para que la ficción de pertenencia no decaiga. Las leyes que salen del Parlamento se adaptan a sus necesidades. Hay una dialéctica entre la parte más vanguardista de esa clase y el conjunto de ella para aventurarse en territorios problemáticos como el matrimonio gay, la eutanasia o las energías limpias, y otros que se oponen para que el juego siga vivo.
Se suele definir la economía política como la gestión de recursos escasos. El gasto del Estado no llega a todos los sectores sociales por igual. La clase media es la beneficiaria natural del gasto, también la que paga los impuestos. Para mantener los derechos adquiridos: trabajo pensiones sanidad educación, ha de haber una parte que obtenga menos y otra que obtenga más. Para que la democracia funcione, una amplia capa social ha de estar cómoda sentirse de algún modo privilegiada para apoyarla. Ser funcionario por ejemplo es un privilegio en tiempos en que el trabajo estable es un recurso escaso. También tener una pensión decente o trabajar en empresas que dependen de suministros o servicios al Estado. Esa capa media de la sociedad se acoge al privilegio del trabajo estable con sueldo garantizado. En teoría, el acceso a los puestos de la administración es libre, sin embargo por la mala educación y la desatención social y familiar hay una importante capa de la población que no puede acceder a esos puestos. Está condenada al trabajo precario, al desempleo juvenil, al paro.
Luego está el tratamiento que la prensa hace de la política, en la mayor parte es un cotilleo. La información política va de personajes de carácter, guiones mejor o peor aprendidos, tramas de coaliciones, rupturas y traiciones, donde cada día hay un capítulo que no varía sustancialmente del día anterior, excepto cuando se acerca el fin de temporada y urge la necesidad de dramatizar el cambio, en el que nos entretienen toda una serie de ganapanes en las radios y las televisiones. ¿Cuánta gente vive en España de esa tramoya? ¿Cuánta gente necesita que esa ficción se mantenga cada día y que hace todo lo posible para que no decaiga?
No sé si esa ficción es necesaria, buena parte de la sociedad podría vivir sin ella, aunque otra parte sin duda no, gente que necesita referentes direcciones enganches motivaciones. Desconozco el porcentaje de unos y otros. Lo que es seguro es que los recursos están desigualmente repartidos. Que hay una parte importante de la sociedad que no es atendida y que es necesario que siga siendo así para que los recursos se distribuyan de forma desigual, beneficiando a la clase media. La clase media necesita la ficción de la democracia, el sistema político necesita a la clase media. El proceso civilizatorio ha avanzado ensanchando la base del bienestar a una parte cada vez más amplia de la población, pero me temo que hay un límite que impone la barrera de los recursos limitados. ¿Dónde está el límite, por ejemplo, de los recursos energéticos necesarios para mantener el actual bienestar de la población occidental cuando esta se va ensanchando dentro de los países a una capa de población cada vez más amplia y en el mundo o un número mayor de países? Parece una constante que el bienestar ha funcionado mientras se ha mantenido la desigualdad, una parte vivía bien y otra peor. La política consiste en extraer parte de los recursos comunes en beneficio en primer lugar de los peones políticos y en segundo lugar de sus representados a costa de la totalidad de la población. Ahora gracias al éxito de los propagandistas de la democracia como ficción todo el mundo, las capas bajas de Occidente y los países del resto del mundo, quieren vivir como se ve que viven los habitantes de cualquier ciudad de Occidente. ¿Es posible trasladar el bienestar a todo el mundo? ¿Hay recursos energéticos suficientes? ¿Está preparada la clase media para vivir un poco peor, para rebajar sus expectativas, a cambio de que se produzca una igualación universal?
Sin duda el ítem más exitoso de la ficción democrática es la igualdad de oportunidades. Sus apóstoles han abierto escuelas han saneado las ciudades han creado una red sanitaria. El objetivo era dotar de habilidades a la población para que se valiese por sí misma y al tiempo que se promocionaba la autonomía personal aumentara la riqueza del país. Ha sido un proceso lento en la medida de la vida de un hombre pero rápido y exitoso en la medida del tiempo histórico. La alfabetización ha sido extraordinaria pero siempre ha sido un proceso escalonado, el Estado ha ido generando cada vez más recursos que ofrecía a la población, pero siempre había una parte que quedaba fuera, un desequilibrio necesario para que el sistema de bienestar funcionase porque no hay recursos para todos. Alguien podría pensar que la lucha por la igualdad es incompatible con la promoción de la excelencia. No es así. La excelencia en cualquier rama del saber y de la técnica es el medio que tenemos para ensanchar los recursos. Estos gráficos parecen demostrarlo, que el aumento de la población es nuestro mejor recurso. Lo que no impide que la distribución de los recursos y el bienestar sea un sistema escalonado con grandes diferencias entre los distintos niveles sociales. Se ve con claridad cuando hablamos de los superricos, pero también cuando nos fijamos en las grandes poblaciones de superpobres.
¿Hay un límite? ¿Puede ofrecerse a toda la población lo mismo? ¿Llegaremos al límite energético que la Tierra puede ofrecer? Al mismo tiempo que la clase media se ensancha en cada país y a nivel mundial, en cada vez mayor número de países, aparece la amenaza del agotamiento de los recursos. ¿Qué sucederá cuando la clase media vea que su bienestar es cada vez menor, más reducidos los beneficios que el Estado, la democracia, le puede ofrecer? ¿Existe el riesgo de que una pequeña capa de la población, los superricos digamos, se apropien de bienes necesarios pero escasos, podrían separarse aislarse, crear un mundo aparte protegido, Marte, pongamos por caso?
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