viernes, 2 de julio de 2021

Lola vers la mer (2019)

 


Los exhibidores rescatan una película belga de 2019, Lola. En España es el momento de verla tras la aprobación de la ley 'trans'. Un joven estudiante Lionel, de 18 años, decide ser Lola. Mya Bollaers hace verosímil esa transformación. El padre no lo acepta, lo echa de casa y Lola ha de acogerse en un refugio. El conflicto se hace patente cuando muere la madre. En la ceremonia de despedida, Lola acude a la casa familiar y su padre la echa, delante de los asistentes. La madre formuló el deseo de que las cenizas fuesen dispersadas en las dunas de las playas del Mar del Norte, territorio flamenco origen de la madre frente al padre valón. Como ambos quieren llevar la urna a las dunas tienen que compartir viaje en el mismo coche. En eso consiste básicamente la trama de la película, en la readaptación a la realidad de ambos: el padre aceptando que no es un hijo sino una hija lo que tiene delante; Lola comprendiendo las dificultades emocionales del padre. 


La película es deudora de un tema de actualidad, lo que tiene ventajas comerciales y emocionales. Es evidente que muchos necesitan que los asuntos difíciles se les presenten de forma emocional, es decir no exigiéndoles un esfuerzo de comprensión sino una fácil adhesión. No es lo deseable pero no imagino, con nuestros sistemas educativo y cultural, cómo convertir a la mayoría de la población en filósofos. Las películas, las novelas, la música son sustitutos emocionales de la deliberación racional. Como los productores de esta película saben que tienen el viento a favor no se han esforzado mucho. Desde el principio sabemos cómo va a acabar la dialéctica viejo/nuevo trasnochado/moderno, pues Lola simboliza los sentimientos positivos y el padre los negativos, y que ambos se reconciliarán. 


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