Debe
ser un caso único, puede que lo haya habido en alguna otra etapa de
la historia que desconozco, que un periódico renuncie a sus
lectores. Que renuncie primero a ser el periódico de referencia, al
que todo el mundo respetaba, admiraba y tenía en cuenta, para jibarizarse en periódico
de partido y luego, o en el mismo movimiento, renuncie a los lectores
que le han acompañado en toda su trayectoria desde su fundación.
Para ello echó a los periodistas que componían su departamento de
opinión para sustituirlos por otros cuyo gran mérito es transmitir
del modo más banal y común, y de la forma más aburrida, sin un destello
de originalidad, las ideas de la declinante corriente principal.
Las
noticias relevantes las obvia o las
esconde en columnillas invisibles. Los editoriales de su actual
etapa o son risibles o campanudos, siempre al servicio del partido ante el que se hinoja. El periódico
humorístico de la mañana.
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