He
esperado a que estuviese la segunda temporada completa, en HBO, para
verla en días seguidos sin interrupción. En la primera temporada me
gustó la mezcla de western y ciencia ficción, la exhibición de
tecnología, la brillante producción. El final de esa temporada
hacía presagiar el protagonismo absoluto de los anfitriones sobre
los huéspedes, tras su rebelión, y así es. El problema es que se
quieren contar demasiadas historias, demasiados personajes haciendo
cosas, demasiados escenarios en ese parque turístico que se
agiganta, como en aquellos circos de tres pistas, donde el placer de
los cuerpos es sustituido por la muerte, eros por tánatos, todo
confluyendo en otro final explosivo. Es difícil situarse en los
primeros capítulos, adónde van todos esos androides, con personajes
excesivamente barrocos, la confusión entre anfitriones y huéspedes,
entre muertos y resucitados virtuales, con personal de seguridad y de
dirección enloquecido, con tanto derrame de sangre natural y
artificial que deja de sorprender y, cuando llega ese final, aburre
porque es más de lo mismo, algo visto muchas veces en las pelis y
series de androides. Y la idea nuclear que parece mover la serie, el
afán de inmortalidad, no está bien explicado o se pierde en la
aparatosidad de la producción.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario