A
finales del XIX Persia era más que nunca el centro del tablero.
Conectaba el Golfo con la India, el extremo sur de Arabia con el
Cuerno de África y todos ellos con el canal de Suez, a través del
cual llegaban sus mercancías a Europa. Sin embargo, un nuevo
elemento iba a trastocar las relaciones económicas y políticas del
mundo.
La
familia Knox D'Arcy como consecuencia de un negocio fallido se
declaró en bancarrota abandonando Inglaterra para trasladarse a una
remota ciudad de Australia. William Knox D'Arcy comenzó ejerciendo
de abogado convirtiéndose en un miembro distinguido de la localidad
hasta que en 1882 tuvo un increíble golpe de suerte, compró las
acciones que tres hermanos tenían en una prospección minera. Justo
después de la compra se descubrió uno de los mayores yacimientos de
oro de la historia. El valor de las acciones de multiplicó por dos
mil y en los diez años siguientes el rendimiento fue de doscientos
mil por ciento. William se convirtió en uno de los hombres más
ricos del mundo, volvió a Inglaterra, se construyó mansiones en
consonancia con su riqueza y se dedicó a su afición favorita, la
caza. Pero no paró ahí. Su instinto para los negocios lo llevó a
poner su nariz en Persia. A través de contactos a los que engrasó
convenientemente, logró seducir al sah Mozaffareddín, jugándose en
el empeño prácticamente toda su fortuna. Los persas en vez de
hacerse cargo de su propia riqueza preferían vender servicios y
contactos. William Knox D'Arcy, tras una larga y tortuosa serie de
negociaciones en la corte, convenientemente lubricadas, y con el
apoyo del gobierno inglés, en 1901, logró un estratosférico
acuerdo con el sha, “plenos poderes y libertad ilimitada por un
periodo de sesenta años para sondear, perforar y taladrar a su
voluntad las profundidades del suelo persa”. En mayo de 1908
perforaron un enorme pozo y las acciones de la Anglo-Persian Oil
Company se dispararon. Se construyeron oleoductos, refinerías, el
oro negro empezó a fluir hacia Occidente, dando nueva vida a las
antiguas rutas de la seda. El historiador Peter Frankopan compara,
por su trancendencia, la firma del documento entre el sha y Knox
D'Arcy con el descubrimiento de Colón en 1942. Como entonces,
enormes tesoros y riquezas se encaminaron de Oriente hacia Europa. El
gobierno inglés comprendió antes que nadie la trascendencia de la
nueva fuente de energía, cambiando los motores de carbón de sus
buques por otros cuyo combustible era el petróleo y, en
consecuencia, tomó el 51 % de las acciones de la Anglo-Persian para
transfromalarla en la British Petroleum. Churchill, primer lord del
Almirantazgo, anotó que lo que estaba en juego era el dominio de los
mares. Había nacido la ruta del petróleo.
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