No parece
que viendo los actuales sobresaltos de la economía global estemos saliendo de
la grave crisis que comenzó en el 2008. En algunos países ha sido especialmente
dramática, en otros lo será en el 2016. A eso se añade la crisis de refugiados
procedentes de Oriente Medio, que hace que desembarquen en las playas de Europa
cientos de miles de personas en busca de seguridad. Añadamos el declive
norteamericano como gendarme mundial y el temor ante el sobredimensionado
Califato. Un estado de ánimo se apodera de nuestros países: miedo, inseguridad,
inquietud, desconcierto. La gente busca respuestas ante su malestar, muchos
están dispuestos a encontrar la salvación en cualquier parte. En la extrema
derecha, en el nacionalismo étnico, en el populismo. Si queremos combatirlos
hay que saber qué son exactamente.
Recientemente han publicado un par de libros que intentan aproximarse a lo que sea el
populismo. Los dos llevan el mismo título, Populismo, pero cada uno
tiene una aproximación diferente, histórica la de Loris Zanatta, filosófica de
de José Luis Villacañas.
Comienza su
libro Loris Zanatta haciendo una confesión: “Del populismo podría decirse lo
mismo que San Agustín escribió acerca del tiempo: "Si me preguntan qué es,
no lo sé; si no me lo preguntan, lo sé". Curioso reconocimiento de
impotencia cuando se tiene pone por delante la voluntad de definirlo en un
libro. Sin embargo, a continuación, siguiendo a Isaiah Berlin, cree que sí que
puede atrapar su esencia, aunque sea de forma indirecta. El populismo en su
esencia es una visión del mundo que tiene seis características, asegura Loris
Zanatta. Es una ideología comunitarista que agrupa a la gente mediante vínculos
afectivos. Se manifiesta como apolítico y antipolítico, porque sus valores se
refieran a la esfera social, por eso en su retórica habla continuamente de
democracia social o de mayoría social. Es una ideología de regeneración
política. Desea proyectar sobre el mundo actual un mundo imaginario de armonía
e igualdad. Es una ideología que se dirige a la totalidad del pueblo. Y, por
fin, aparece como oferta política diferenciada en tiempo de crisis.
La segunda
cosa que observa Loris Zanatta es la geografía del populismo. Desde el
surgimiento del peronismo hasta nuestros días, el populismo ha tenido éxito es
el sur de Europa y en los países latinos de Sudamérica, lo que le lleva a
afirmar que eso ocurre porque en los países católicos, salvo en Francia, la
ilustración no triunfó como lo hizo en los países anglosajones. De ahí parte la
tesis central del libro: el populismo es la forma en que las tradiciones
políticas católicas responden a las crisis de modernización. La solución ante
el reto del populismo estaría, según Loris Zanatta, en la apuesta por el
progreso liberal, en el reforzamientos de las fuerzas liberales y en las
instituciones. Veremos, en otra reseña, como a José Luis Villacañas estas propuestas le parecen
tan vagas como imprecisas y ello porque, según él, el historiador italiano no
ha comprendido la verdadera naturaleza del populismo, que es una respuesta
desde la modernidad a las crisis que periódicamente sufre la democracia y/o el
capitalismo, en contra pues de la idea de Loris Zapatta de que en las
sociedades católicas cuando se apela al pueblo se busca la tradición y lo
sagrado que representa. Si para el populismo de Loris Zanatta, como para el
nacionalismo, el pueblo ya está constituido en el pasado, para el de Villacañas
es un sujeto en construcción, lo que el populismo quiere es ir modelándolo con
su retórica.
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