“Para trabajar procuro situarme
ante la tela en un estado muy receptivo y, así, manchando y estructurando el
lienzo, espero la visita de un ‘tercer brazo’ capaz de sorprenderme”.
Paseo por
las salas del Reina Sofía como casi único mirón, salvo por la presencia molesta
de los vigilantes que persiguen mi rastro, de sala en sala, como si fuese un
delincuente en potencia. Leí el libro que el hijo de Juan Giralt dedicó a su
muerte, así que tenía curiosidad por ver cómo eran sus pinturas. La impresión
que saco es la de impotencia. Símbolos, códigos, alusiones a temas y formas de
la historia de la pintura, bodegones, paisajes, retratos recortados en medio de
un gran collage, pero como elementos yuxtapuestos en cuadros indefinidos,
compuestos cada uno de ellos por otros cuadros enlazados, muchas veces, por un
largo brochazo que los une. Por ejemplo, un cuadro con ciervos. El cuadro lo
presiden dos ciervos pintados con técnica naturalista sobre fondo de montañas
nevadas y naturaleza verde, como un elemento más de un collage junto a una zona
estampada en un azul grisáceo, otra ocre, otra gris crema y el brochazo que une
las distintas zonas.
No creo que
haya otra forma de atrapar el sentido de las obras de Juan Giralt que pensando
en la añoranza de los buenos tiempos, cuando la habilidad artesana de montar un
cuadro servía para algo. Ahora, cuando Giralt pintaba, en las postrimerías del
siglo XX, esa habilidad queda reducida al inseguro largo brochazo que lo une a
la historia de la pintura. Tan es así, que una y otra vez mi mirada se va hacia
el motivo realista que alienta y da título a cada cuadro, los ciervos pintados
a la manera académica, el retrato en fotomatón de una joven mujer, un
perfeccionista estampado, obviando la pesada carga de la moderna abstracción. Lo
mismo sucede con sus desdibujados dibujos, de los que hay una buena muestra,
intrincados, sucios de tan llenos, con horror al vacío, destruidos por esa
añoranza del buen pintar y dibujar.
1 comentario:
Apena la insolvencia que demuestras al juzgar pintura. Más allá de tu fracaso a la hora de aglutinar las distintas partes que componen un cuadro, sorprende que ni siquiera distingas el origen de aquello que ensalzas. Lo que llamas "ciervos pintados a la manera académica" se diría que son un pedazo de collage arrancado de un irrelevante cuadro comercial tal vez ni siquiera pintado, "el retrato de fotomatón de una mujer joven" parece un retrato coloreado como los que se hacían hasta los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo para embellecer el producto en blanco y negro de los fotógrafos. Esas referencias figurativas actúan, pues, como una especie de guiño kich dentro de un juego de espejos entre abstracción y figuración, despojada esta de la voluntad de representación.
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